Defraudarse. Traicionar su forma de entender el arte. Éstos son los miedos de Arcángel, un cantaor que domina la tradición del arte jondo pero a quien le mueve la experimentación, el contagio con otras músicas y transitar por sus propios límites para mejorar. En su nuevo trabajo, Al Este del Cante, que presentará el 31 de mayo en el Teatro Cervantes (20.00), se hace arropar por el coro Las Nuevas Voces Búlgaras para hermanarlas con su propia voz y el espíritu de Camarón, Morente y Lorca.

¿Por qué ahora mirar al Este?

Lo decido porque es una música de la que llevo bastante tiempo enamorado. Y decido mirar allí para ver si encuentro mi norte. Aunque sobre todo lo hago para encontrar una libertad expresiva y hacer un disco de algo que me gusta.

Habla de la libertad como si hubiera estado encerrado. ¿Cuál ha sido su cárcel creativa?

Pues posiblemente yo mismo. Por una parte, el propio mundo del flamenco, y por la otra yo mismo, aunque siempre he hecho lo que más o menos me ha venido en gana.

¿Ha afrontado con miedo este giro? ¿Ha pensado en aquellos que dirán que lo nuevo de Arcángel no es un disco flamenco?

Y no me importa que lo digan. Ya no tengo ese miedo. Mi miedo es defraudarme a mí mismo y traicionarme. La gente tiene que ser honesta consigo misma. Y uno tiene que darse cuenta que no está haciendo algo que deba ser considerado dentro del tradicionalismo de esa música. Y no pasa nada. Yo soy cantaor flamenco y toda mi vida he cantado soleá y seguiriya. No tengo ningún problema en que alguien me diga que este disco no es flamenco. Y no tengo ningún problema en que no lo sea.

¿Pero le molesta esta estrechez de miras del arte jondo?

A mí no. Ha habido un tiempo en el que, quizá erróneamente y también sugestionado por la opinión de mucha gente, quise despojarme de todas las etiquetas. Estamos en un tiempo en el que poner etiquetas es importante. Porque creo que es importante llamar a cada cosa por lo que es sin que nadie se ofenda. A veces el mundo cerrado del flamenco le pone la etiqueta a gente que no pertenece a él y se molestan los unos y los otros. Y al revés pasa lo mismo: los hay que sin serlo quieren pertenecer a la comunidad flamenca. Las etiquetas con matices peyorativos deberían pasar a un segundo plano.

Aunque las hay que causan confusión e incluso molestia, como flamenquito.

Sinceramente, me molestaría que a los que hacen música adyacente al flamenco, pero que no se corresponde a la tradición, les llamaran flamenco. Pero si a mí alguien me dice que con este disco no estoy haciendo flamenco, lo puedo llegar a entender e incluso compartir. Otra cosa es que yo sí sé que soy cantaor flamenco y que después de tantos años uno no tiene que justificarse más en este aspecto.

¿Considera la experimentación como un avance?

Sí. Un avance personal que creo que me va a ayudar a mantener la ilusión de la profesión.

¿Y cree que para avanzar hay que apartarse de los caminos trillados?

No entiendo el arte con ataduras. Ponerle etiquetas al arte no es sesgarle la libertad creativa sino delimitar más o menos los márgenes de un género. Y eso nada tiene que ver con la libertad expresiva o la libertad creativa. Creo que el divertimento es necesario para mantener la ilusión en la profesión. Y cada uno busca la diversión de una manera distinta. Yo la busco en explorar, en intentar aprender de otra gente para aprender de mí mismo, en buscar mis límites. Y hay otros que, sin embargo, se divierten manteniéndose en su zona de confort. Algo que no es criticable. Es la opción de cada cual.

¿Cree que el flamenco sigue pasando hambre en este país?

No. En absoluto. Lo que no tiene es el respaldo institucional y la presencia social que tienen otras músicas. Y sobre todo, no tiene el reconocimiento de los propios españoles tal y como yo creo que se merece.

Tampoco parece que la declaración de la Unesco haya servido de mucho.

La gente creyó que iban a llover los millones de Europa para hacer espectáculos flamencos. Si nosotros no nos creemos el flamenco, difícilmente se lo van a creer los demás. Es increíble que una música que forma parte de nuestra idiosincrasia y que es nuestra seña identitaria todavía no se estudie en las escuelas para que se sepa que existen Carrete, la Niña de los Peines, Caracol o Camarón.