Paco Delgado es un prestigioso diseñador de vestuario español, tanto en el ámbito nacional, como en el internacional. Por lo que se refiere al primero, tiene en su haber dos Goyas y, sin ir más lejos, apenas hace unos días que supimos de su elección para recibir el Premio Ricardo Franco, de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, durante el transcurso de la vigésima primera edición del Festival de Málaga, que se celebrará entre el 13 y el 22 de abril. En el ámbito internacional, el diseñador canario tiene el Premio del Cine Europeo y dos nominaciones al Oscar de Hollywood al mejor vestuario, ambas por trabajos junto a Tom Hooper: en 2013, por Los miserables, y en 2016, por La chica danesa. Ahora, Delgado muestra de nuevo su arte creativo con los espectaculares vestidos que todos podremos ver en los personajes de la película Un pliegue en el tiempo, fantasía de ciencia ficción que, producida por la Disney y dirigida por Ava DuVernay, ha llegado a los cines.

¿Empezamos por valorar el Ricardo Franco que recibirá en Málaga?

Pues, imagínate, es un reconocimiento de un festival que adoro. Estoy supercontento de que me lo hayan dado, aunque es verdad que siempre tienes esa cosa de que te hagan un homenaje así, cuando yo considero que todavía me queda mucho por delante. Ya sabes, Marlene Dietrich decía que cuando te dan el Oscar honorífico de Hollywood, te queda un año de vida... [Ríe].

Reconoce a quienes contribuyen con su trabajo al buen cine, pero desde detrás de las cámaras; esa gente que no sale en las fichas técnicas de las películas. ¿Qué sensación le produce esto?

Cuando eliges una profesión como la mía, también eliges en qué lado de la cámara quieres estar, y yo he elegido estar detrás. Entonces, para mí eso es irrelevante. La gente va a ver las películas por la historia, por los actores... y yo no soy un actor. Hay gente que conoce tu trabajo y te sigue, pero, en general... Bueno, yo no soy tan importante.

¿Diseñador de vestuario o figurinista, qué prefiere?

Me da igual. Como estudié en Inglaterra y allí se dice costume designer, que es diseñador de vestuario, me siento muy a gusto con esa terminología. En la tradición española está lo de figurinista porque se supone que hacían los figurines, pero, claro, tu trabajo se queda ahí, porque no solo dibujas, sino que también confeccionas pasar a tres dimensiones lo que en principio está solo en dos. Entonces, bueno, creo que sí, que me gusta un poco más diseñador de vestuario, aunque cuando me llaman figurinista me quedo igual de contento. La palabra figurinista es más bonita, desde luego, pero lo que explica no es tan completo.

Como ha dicho antes, todavía tiene mucho que aportar a su profesión, pero también es verdad que ya tiene una trayectoria. A pesar de ser tan distintas unas películas de otras, ¿diría usted que su trabajo tiene una impronta personal bien definida?

Pues no sé muy bien que decirte. Si hablamos concretamente de Un pliegue en el tiempo, que es una película con un elemento de fantasía muy importante, te diría que he hecho un trabajo un poco diferente de lo que venía haciendo hasta ahora. La verdad es que no esperaba hacer una película de este tipo, porque realmente hago vestuario contemporáneo o de época, pero más ortodoxo. Aquí, de repente, nos hemos tenido que enfrentar a una historia con un gran nivel de fantasía, como he dicho antes, que me ha movido a cambiar. Eso sí, estoy encantado de la vida, porque retos profesionales como este no se dan todos los días ni mucho menos.

¿Para este reto del que habla ha optado más por la pura y dura imaginación o, por el contrario, ha buscado la inspiración a través de una investigación previa?

Imaginación e investigación. Ambas siempre, claro. Ya sabes, que la inspiración te coja trabajando. Hay mucho trabajo detrás, de ver vestuarios étnicos, de profesionales de la moda, de imágenes que te sugieren cosas... No sé, en esta película, por ejemplo, yo he mirado muchas imágenes abstractas, constelaciones, explosiones de estrellas... Muchas cosas, porque todo te ayuda. Cuando tú trabajas en una película de este tipo, con un nivel de abstracción grande en comparación con otras, la documentación que tiene que haber detrás es quizá más completa y exahustiva que lo que te exige el vestir a una chica que interpreta a una secretaria, o a la presidenta de un país... Pero siempre hay que investigar y documentarse.

¿En su caso en concreto, y en el sector en general, tienen ustedes absoluta libertad creativa o están muy condicionados?

Cuando te llaman para hacer una película como Un pliegue en el tiempo, ya sabes que hay un guion con unos personajes no terrestres, sino celestiales, y eso ya te está marcando unas pautas; por ejemplo, no les puedes poner un traje de chaqueta o unos vaqueros. Y luego, claro, está el director, que te dice cómo quiere que sean las cosas. Tampoco podemos olvidar a los actores, que son los que se tienen que poner la ropa, soportar determinadas estructuras, y que, naturalmente, también tienen sus ideas. Pero dentro de todo ese camino que te van marcando, tú también tienes mucha libertad. Es como si te dicen que tienes que ir de Málaga a Ronda por esta carretera, pero tú puedes decidir después si vas en coche, caminando o haciendo piruetas circenses si te lo pide el cuerpo [Ríe de nuevo].

¿Cómo definiría usted el vestuario de Un pliegue en el tiempo?

Es un vestuario de fantasía, muy diferente de lo que puede ser nuestra forma de vestir cotidiana, y que, básicamente, espero que refleje quiénes son estos personajes que se lo ponen.

¿Cuánta relación diría usted que hay entre su profesión y el puro y duro universo de la moda?

A ver... Desde luego que la moda es superimportante en lo que yo hago. La miro mucho, y me baso mucho en ella también. Es importantísima, no ya solo la moda que los creadores presentan cada año en sociedad, sino la moda con mayúsculas, es decir, los códigos de vestimenta que todos llevamos en determinados periodos de nuestra existencia y de nuestra historia. Me refiero, por ejemplo, a los vaqueros: el hecho de que el ochenta o el noventa por ciento de la gente lleve vaqueros hoy en día es moda con mayúsculas. Entonces, repito, la moda es importantísima. Pero digamos también que esa moda surge de una necesidad social, de los cambios de actitud, de los reflejos estéticos..., y todo basado en cambios ideológicos. Yo, en cambio, no trabajo desde la realidad, sino desde la ficción, de manera que me aprovecho de la moda, pero no hago moda, por mucho que todo sea vestimenta.

¿Nunca le ha tentado cambiar de sector?

No, la verdad. No, porque además no creo que pudiera. Tú te acostumbras a trabajar con unos códigos, y en mi caso necesito trabajar con un guion. Si ese guion no existe, no sé qué decir. Si tú me dices: Oye, ¿qué me pongo para salir a cenar esta noche? Yo te contestaré: Y yo qué sé, lo que te siente mejor... Ahora bien, si vienes con una ficción en la que vas a ir a un restaurante con alguien que te atrae enormemente y quieres seducirle, entonces te propondría muchas cosas. Yo necesito tener una historia detrás, porque mi trabajo siempre se ha basado en eso. Respeto muchísimo la moda, pero para mí mismo no me atrae nada.

En su trabajo tendrá que ser uña y carne con maquilladores y peluqueros...

Indudablemente, porque entre nosotros construimos al personaje. En Un pliegue en el tiempo, por ejemplo, hay una coordinación entre nosotros absolutamente increíble. Hemos trabajado muy cercanamente, y además con iniciativas siempre de ida y vuelta: yo proponía unos looks, ellos proponían maquillajes y pelos, al ver su propuesta a mí se me ocurría otra cosa... Sí, es un trabajo muy de equipo.

¿Usted que trabaja en ambos lados del océano, cómo ve a su profesión aquí y allá?

En España hay profesionales muy importantes. Y tú vas a Los Ángeles y hay muchísimos españoles con mucho talento. Creo que en el fondo todos trabajamos igual, las diferencias están en los presupuestos y las propuestas. Pero el cine es un lenguaje muy joven e internacional, y todos hacemos lo mismo.

¿Su próximo trabajo?

Ya estoy haciendo otra película con Disney. Parece que les he gustado y han vuelto a llamarme.