¿Qué es lo más atractivo de un género como la fantasía medieval? ¿Y lo más difícil?

Sin duda, la libertad creativa a la hora de inventar el mundo, sus reglas, geografía, historia, antecedentes o particularidades. Incluso puedes recurrir fácilmente a cosas como la magia, porque forma parte del género y a nadie le va a parecer raro, cosa que no ocurre cuando escribes novelas aunque sean también fantásticas ambientadas en la época actual. Con todos esos ingredientes puedes realmente conjurar cualquier historia. Recuerdo estar sentado delante del ordenador, con la página en blanco, y sentir el vértigo de un creador. Es muy fácil dejarse llevar por las posibilidades y perderse en grandilocuencias, quizá por eso comencé la novela con un aldeano mirando a un árbol que necesitaba apartar del camino, y la historia fue creciendo desde ahí.

Inevitable preguntarle por su opinión sobre Juego de Tronos, después de Tolkien la gran democratización de la fantasía medieval. ¿Qué le parecen los libros y la serie de TV?

A Juego de Tronos hay que agradecerle muchísimas cosas, ¡y no sólo el cómputo de horas de disfrute que hemos generado entre todos! He visto gente que nunca ha querido saber mucho sobre la fantasía o los mundos fantásticos (como no fuera de manera casual en algún blockbuster cinematográfico) volverse adicta a la serie, y luego a los libros, o al revés. Juego de Tronos lanzó un mensaje: «¡Eh!, los dragones, las batallas épicas, las intrigas medievales por la supremacía molan, la fantasía mola». Y vaya si lo ha hecho bien... Estoy seguro de que muchos continuaron leyendo otras cosas similares, cosas que a lo mejor no habrían leído. Geralt de Rivia quizá, o Rothfuss. A mí personalmente me gusta más Tolkien, pero supongo que es porque me crié leyendo El Señor de los Anillos y no se puede competir con esa nostalgia que luego generan las grandes historias cuando te pillan a ciertas edades.

Minotauro es el sello editorial que muchos identificamos con Tolkien, con el descubrimiento de la Tierra Media. ¿Respeto, responsabilidad... pavor?

Bueno, Tolkien puede estar muy tranquilo [risas], no pretendo siquiera ser comparado: la mía es una historia de fantasía más recogida que el monumental Señor de los Anillos, y Tolkien… es Tolkien. No se me había ocurrido pensarlo… Sí que me ha gustado siempre estar ahí en la misma casa que tanto mimo ha prodigado a uno de mis autores favoritos, eso es cierto. Pero publicar siempre es una responsabilidad que implica a mucha gente: editores, gente de comunicación, portadista, administrativos, comerciales… Y, por supuesto, tienes una responsabilidad con todos los lectores que deciden comprarte porque ya te conocen o porque prueban por primera vez. Lo último que quieres es aburrir, no aportar. Mi trabajo como escritor es aportar, sea algún concepto evocador, horas de entretenimiento, o ese runrún mental que se te queda como el sabor de un buen café.

¿Cómo es Entrerríos? Por cierto, que algo malagueño hay ahí también, ¿verdad?

Sí. Entrerríos es un lugar de Mijas; el nombre me pareció muy sugerente, y lo tomé prestado. Luego, El Ministerio del Tiempo le dio mucha popularidad. El Entrerríos de la novela es un lugar tranquilo y agradable donde vive una pequeña población de aldeanos ocupados en sus asuntos y quehaceres cotidianos hasta que descubren que la tierra se está volviendo negra, que a veces vienen olores nauseabundos del Norte, y que cosas como la caza escasea. No pasa demasiado tiempo hasta que descubren la causa, que un Nigromante se ha asentado cerca de donde viven, y deciden utilizar todos sus recursos (que consisten en azadones y cuchillos muy rudimentarios) para tratar de detenerlo.

La edición del libro, al parecer, es cuidadísima, y el complemento de las ilustraciones de Tomás Hijo tiene todos los visos de ser espectacular. ¿Cómo le sienta a uno que le ilustre su imaginación alguien que ha dibujado para, por ejemplo, las palabras de Tolkien?

Supe que quería a Tomás Hijo cuando llevaba apenas un tercio de la novela. Me fascina su trabajo. Se lo propuse a la editorial y dijeron: «¡Sí, por supuesto!». Ellos tuvieron la idea de extender su aportación en ilustraciones interiores. Ha sido un proceso fascinante, porque él me iba enseñando cómo plasmaba mis ideas en diversos estados, y me hacía preguntas muy minuciosas sobre cómo era todo para que fuera acorde con el texto: «¿De qué color son las setas?». En alguna ocasión adapté el texto para recoger su trabajo, incluso. ¡Pero sí es muy ilusionante! Con su portada en relieve, etc. Indica, al menos, que la editorial ha visto un potencial considerable en la novela.

Fantasmas, zombis, catástrofes, sci-fi pura y dura... Le van quedando pocos géneros a los que meter mano. ¿Cuál será el siguiente o, si aún no lo tiene pensado, cuál podría serlo, cuál le apetece?

Ocurrió algo muy bonito en Facebook. Suelo poner pequeños relatos e historias, algo que llamo Vómitos Literarios, y muchos de ellos acabaron siendo de vampiros, como pequeñas porciones de una hipotética novela. La gente acabó preguntando lo mismo cada vez más frecuentemente: «¿Para cuándo una novela de vampiros?». Un día puse un post preguntando si realmente querían una novela de vampiros, y tuvo más de dos mil me gusta. Bueno, las ganas lo son todo, son contagiosas, y motivacionales. Me senté y empecé a escribir. Ahora tiene 700 páginas y saldrá a principios de 2019. Así surgió también Historias con Alma, que lleva dos volúmenes.

Todos estos géneros tienen muy marcados unos códigos propios, unas, digamos, reglas de juego. ¿En qué consiste el toque Carlos Sisí? ¿En subvertirlo, en jugar al juego o simplemente en aportar un relato más que ensanche más sus límites?

No he querido abrir el libro de normas establecidas, no han estado presentes cuando escribía. Me gustaba la idea de construir algo que tuviera sus propias reglas. Nigromante, por ejemplo, está ambientada en algún tipo de súper futuro: hay continuas referencias a los Antiguos, que somos nosotros, en nuestra sociedad y época actuales. Por todas partes se encuentran vestigios de algunas de nuestras construcciones, ya muy deterioradas, o leyendas deformadas de cómo éramos y nuestras capacidades. Eso da un peso enorme a la construcción de los personajes, su manera de pensar, lo que creen y lo que temen. ¿Es algo nuevo?. No lo creo; no importa mucho lo que creas que has hecho nuevo, alguien lo ha hecho ya. Como mucho, a estas alturas, podemos aliñar la ensalada de alguna manera ingeniosa, aportando o quitando ingredientes. Espero haber creado algo disfrutable, sin embargo, con los suficientes apuntes del mundo para que la mente viaje más allá de sus líneas. Si la historia y su mundo perduran un tiempo en la cabeza del lector cuando ya ha cerrado el libro será un éxito personal.

Una cosa que creo que, además, gusta mucho a sus lectores es que usted tiene pocas ínfulas de escritor; de hecho, hace unos años me dijo que no se consideraba «un escritor profesional sino un contador de historias». ¿Sigue siendo así?

Uno es lo que es, no se puede pretender ser otra cosa. Me doy cuenta de mis carencias cuando entrego mi manuscrito a la editorial y viene un profesional de la corrección literaria a darle forma técnica a mi trabajo. Personalmente me encanta, y aprendo mucho. La experiencia es un grado, no obstante. Si escribir es lo más parecido a componer una melodía, me gusta pensar que cada vez puedo incluir más instrumentos y jugar con más matices. Pero sigo más preocupado por contar buenas historias. A mis lectores cero les insisto en que me hablen del sabor, más que en encontrar incorrecciones ortográficas o gramaticales. Lo segundo tiene arreglo, lo primero no. Está, o no está.