«La nobleza del artista ha sido siempre trabajar con lo que tenía a mano», dice en su libro. ¿Es lo que ha intentado en Un andar solitario entre la gente ?

Sí, de una manera más explícita que otras veces. Trabajar con lo que tienes, con lo que te vas encontrando según te levantas y sales a la calle. En este caso, todo era lo que ocurría en cada momento, como el que escribe un diario.

¿Cómo sale uno de una novela del estilo de «Como la sombra que se va» y acaba en este libro?

Yo creo que por un deseo instintivo de hacer otra cosa [se ríe]. Por un deseo de librarte de lo que has hecho antes. No es que yo lo decida, sino que es como un instinto que me lleva a buscar otra cosa, como el que ha estado tomando un alimento durante demasiado tiempo y necesita cambiar.

¿En qué momento sintió ese impulso de registrar lo que sucedía a su alrededor?

Eso es una cosa que tengo con mucha frecuencia. Me atrae mucho fijarme en aquello que es característico de cada momento. Cuando miras una foto de hace veinte años, ves una serie de cosas en las que no te fijaste en el momento, pero que determinan el carácter de esa época, en la manera en la que se peina la gente, por ejemplo. Parece que el tono de cada momento está contenido en cosas triviales que son muy pasajeras. Esa fragilidad de lo instantáneo es una cosa que a mí me seduce cada vez más. Todo eso que es cotidiano desaparece, pero justamente en eso es donde está el secreto de cada momento.

¿La literatura está en todas partes?

La literatura y el arte están en todas partes. Y muchas veces donde menos están es donde más se supone que están. Por ejemplo, en una galería o en un museo ves cosas que te parecen presuntuosas, muy tontas. Y de pronto, ves en el modo en el que alguien hace un dibujo en la calle una belleza plástica extraordinaria. Yo creo que una de las mayores alegrías de la vida es encontrar esas formas de bellezas.

Pero no todo es belleza.

No, claro, claro. Ni en el libro ni en la realidad. Pero es que el mundo es eso. Si tú prestas atención a las cosas, encuentras la belleza y la fealdad. Pero se trata de estar abierta a cada una de ellas.

¿Ha encontrado más inspiradora la realidad que la imaginación?

Siempre. Yo creo que la imaginación está muy sobrevalorada [risas]. Generalmente, cuando uno se pone a imaginar, solo imagina lugares comunes, estereotipos. La imaginación es mucho más pobre de lo que parece. Tú te pones a escuchar historias que cuenta la gente, como las que hay dentro del libro, y muchas veces son alucinantes. Son historias que no sé imaginar. Yo creo que la imaginación es más bien la atención verdadera.

¿Qué es lo más curioso que ha encontrado en sus paseos?

Una carta de amor que encontré rota en pedazos al lado de una cabina de teléfono. Recogí bastantes hojas, no pude reconstruir la carta entera, pero había cosas tremendas. Lo que hay en el libro es solo una parte muy pequeña. El otro día estuve guardando todos los materiales que había usado y había una cantidad de cajas de cartón llenas de cosas?

¿Cómo se encuentra un libro entre tantos apuntes?

[Se ríe] Eso es muy difícil. Hay una parte que es la parte en libertad, que es recoger cosas y apuntar en cuadernos. Luego la cuestión está en sentarse delante de un ordenador e intentar dar una forma. Se va creando un hilo. Esto no son matemáticas, hay materiales que quedaron fuera y podían estar dentro. Pero lo único que tiene el escritor es la libertad.

Usted no es el primero que usa la ciudad como tema literario.

Es una constante. La ciudad es una especie de síntesis del universo. Una ciudad es como una representación del mundo. Tú ves el mapa y parece un organismo que crece por su cuenta. Es tan estimulante, que no se agota nunca.

¿Y ve el mundo tan lleno de ruido como refleja la obra?

Claro, por eso hay que buscar refugios de silencios. Yo creo que las personas tenemos que buscar nuestro refugio en nuestros espacios privados. En el amor por nuestro trabajo, por las personas que queremos, en el refugio también de la soledad... Quedarse felizmente solo de vez en cuanto, no estar necesariamente conectado ni respondiendo a otros. Están los refugios privados, y luego están los refugios que pueden dar un cierto activismo político, el impulso de crear un mundo que sea más habitable para la gente.

¿Ve marcha atrás en esta sociedad de basura y «selfies»?

Más que una marcha atrás, llegará un momento en que se alcanzará un límite de lo sostenible. La economía ahora se basa, teóricamente, en la idea del crecimiento permanente, pero no lo puede haber porque los recursos son limitados. No hay agua para despilfarrar continuamente, ni alimentos ni tierra cultivable. Por eso está tan presente el tema de la basura a lo largo del libro. El mundo se convierte en un basurero en el que en algún momento ya no cabrá más basura.