Jorge es una joven malagueño que desde pequeño se sintió atrapado por la literatura. Una enfermedad le llevo a escribir poesía y hoy a sus 23 años es una joven promesa de la literatura que ya tiene tres libros publicados. El pasado mes de marzo consiguió con «La ceniza de tu nombre», el premio Ópera Prima del certamen Andalucía de la Crítica, unos días después se alzaba con su última obra «El desgarro», el popular premio Hiperión de Poesía.

Su nombre ya suena fuerte dentro de la poesía malagueña. ¿Cuando comienza usted a escribir? .

Empecé a escribir poesía porque no me quedaba otra. Fui nadador de élite, leía física y astronomía (aún leo) o, si eso, algo de cómic, me gustaba la música y la pintura, pero nada de literatura, ni la obligatoria de la primaria, culpa del sistema educativo, que te aleja en vez de acercarte. Pero sufrí un Guillain Barré, casi muero, me quedé paralítico, no podía hablar, comer por mí mismo, tardé medio año en poder ponerme de puntillas, estuve sin dormir más de cuatro horas al día por la frustración más de un año. Por eso empecé a escribir. Yo sobreviví, pero lo que era mi vida murió con esa enfermedad. Tuve que ser otro Jorge. Y ahí, cuando no tenía fuerza ni para darle a un botón para cambiar de canal, le pedí a mi padre libros, diferentes, que me hiciesen estar tranquilo conmigo; entonces, me puso un libro de poesía. Escribí para conocerme, conocer el mundo de otra forma, a los demás. La poesía me salvó, literalmente..

En una etapa tan complicada como la adolescencia, ¿cómo se consigue escribir poesía sin ser un bicho raro?

Es imposible no serlo. Si, encima, te llevan al colegio en silla de ruedas, tus compañeros tienen que ayudarte con el almuerzo y la rehabilitación, más. El problema no es ser diferente, todos lo somos, es bueno; lo importante es la comprensión de un aula cargada de hormonas y revolución juvenil. Tuve esa suerte. Debido a mi situación, el colegio me dio carta blanca para formarme a mi manera y mis compañeros me ayudaron. Yo podía leer y escribir en clase, es más, le dedicaba a la lectura y la escritura más de doce horas al día. No podía salir ni hacer otra cosa. En clase leía sin descanso, en mi casa igual, luego escribía. Los dos primeros años, recuerdo, leí en torno a más de trescientos cincuenta libros. Luego, con el bachiller, el primer año leí casi doscientos, como reto.

Sú primer libro «Mi voz que te reclama», ¿cómo llega a hacerse realidad?

Con constancia. Trabajo, trabajo, trabajo, es decir, leer y escribir, leer y escribir, leer y escribir. Y la papelera siempre llena. Gané un premio y, el mejor premio, más incluso que esa publicación —que no es poco—, fue conocer a José Infante, un segundo padre para mí, y con él todo un mundillo de la literatura fascinante. Todo lo que vino con ese premio me hizo crecer de una forma exponencial. Con él aprendí también el valor de la integridad, la honestidad contigo y los demás, a ser yo en el poema.

Con «La Ceniza de tu nombre», su segundo libro, es reconocido en los Premios de la Crítica por su ópera prima .¿Como acogió este premio?

No me lo creía. Ese libro lo escribí en 2015, en una crisis brutal y hasta el 2017 no ve la luz. Nadie le hacía caso hasta que Javier Bozalongo lo lee, me llama y decide arriesgarse con todo, apuesta y cree en ese libro y en mí. Ha sido clave. En la poesía y, sobre todo, fuera, como amigo y consejero. Hay que saber oír, de verdad, atendiendo a lo que te dicen quienes más saben. Se aprende mucho. Y el premio? No tengo palabras. Lloré al saberlo, esas lágrimas de felicidad son mis mejores palabras. El Ópera Prima se da poco, unos seis en veinticinco años; además, haber sido el más joven en ganarlo. Estoy inmensamente agradecido. Espero estar a la altura.

Su último proyecto «El desgarro», aún sin publicar, ya se ha alzado con el premio Hiperión de Poesía. ¿No le da un poco de vértigo

Muchísimo vértigo. Sobre todo, al venir junto al Ópera Prima. Sin UCOpoética no existiría este libro. En concreto, sin Javier Fernández por sus enseñanzas y Juan Domingo Aguilar por sus correcciones, poema por poema. Han sido vitales. Lo que más vértigo me da es lo que hoy puedan esperar de mí. Antes, como me conocía poca gente, podía estar tranquilo. Ahora siento un poco esa responsabilidad y esa expectativa.

Cómo define la poesía de Jorge Villalobos...

Ecléctica. Lo más amplia posible. Desde la métrica, el verso libre, la prosa poética. Hay que redescubrirse todo lo posible en todos los extremos. Una anécdota: cuando gané el Hiperión me llamaron muchos amigos; uno me dio la enhorabuena porque una poesía de la tradición ganaba; otro, porque el riesgo, una poesía entre límites, ganaba. Depende de qué hayas leído de mí. La búsqueda de un inventario de todas las corrientes posibles que, como un embudo, mi voz poética, las canaliza y hace propia. Siempre con voz propia, mía. Eso en forma. En fondo, igual. Todos los temas posibles.

Con tan sólo 23 años, su carrera como poeta y escritor parece que va a pasos agigantados. ¿Es aquí donde quería llegar cuando comenzó en esta aventura de la poesía?

Bueno, ahora sí parece que ha avanzado, pero desde el 2014 han sido tres años más difíciles, hasta el año pasado, mi pareja y mis amigos lo saben bien. Y sí, es aquí, pero también a antes de aquí y a lo que será después. Donde quería llegar es a escribir siempre algo con lo que me sienta identificado y honesto. Los premios acaban siendo circunstanciales, pero son necesarios. Sin estos dos premios no existiría esta entrevista, ni prestarían atención a lo que escribo, eso es innegable. Pero no son el final del camino, son parte de él. El camino, creo, es ser honesto y mejorar, no repetirse ni acomodarse.

¿Cuáles son tus proyectos de futuro?

Pues tengo poemas inéditos que tratan una temática más social o civil. Quiero hacer una obra honesta y de calidad, ecléctica, que valga la pena y, si no, cajón y a olvidarla.

¿Se atrevería con una novela?

En un futuro la escribiré, varias, espero. Pero últimamente me intriga más, si hago narrativa, los relatos a lo Raymond Carver o Lucia Berlín. Y el ensayo y las memorias.