Lola Clavero ha pasado de la novela negra humorística a un libro de cuentos en los que explora la laberíntica condición humana desde el punto de vista del humor, y en el que se dan cita niñas obsesionadas con el Quijote, García Lorca, Juana la Loca y hasta una particular versión de Ariadna en Naxos.

Después de La confesión nefanda del asesino improbable, en la que parodió el género negro, vuelve por los derroteros del humor, ¿qué le atrae de él?

El humor es imprescindible para relativizar los problemas que la vida nos plantea y sobrevivir a sus tragedias. Además nos permite hacer una crítica más amable de las cosas, sin llegar a enfrentamientos virulentos. Permite que personas tan comprometidas como Forges puedan plantear cuestiones controvertidas sin caerle a nadie mal. Mi máxima aspiración sería llegar a hacer lo que hizo Forges, pero, como no sé dibujar viñetas, he de conformarme con escribir, que te lo pone más difícil, pues hay que hacer muchos juegos de palabras para no ofender y hasta Quevedo, que era maestro en eso, acabó en la picota.

¿Frente a un mundo liderado por Trump y Putin la mejor táctica es la sonrisa?

Desde luego. Si piensas que semejantes personajes tienen el mundo en sus manos y lo piensas en serio, lo normal es morir de un infarto.

En España contamos con la otra generación del 27, la de los humoristas, pero el humor sigue desprestigiado en casi todas las artes patrias. ¿Por qué?

Pues no tengo ni idea, porque el humor siempre ha sido un santo y seña de la literatura española. Nuestro género más genuino es la novela picaresca y todos nuestros clásicos están llenos de humor, El libro de Buen Amor, La Celestina, El Lazarillo y El Quijote. Había humor también en Goya y en el cine de Buñuel y de Berlanga y la lista es innumerable hasta nuestros días. Sin humor, no hay artista reconocido en España ni tampoco se nos reconoce, sin humor, en el extranjero. Por algo Pedro Almodóvar se hizo universal. El problema es que, a pesar de todo, parece que degrada autoetiquetarse como humorista, como si viviésemos aún en la antigua Grecia y la tragedia fuese cosa de la clase alta y refinada y la comedia propia del pueblo chabacano.

Cuatro años de trabajo. ¿De dónde le surgen argumentos tan dispares y disparatados?

El mundo está loco, si miras bien lo que te sale alrededor encuentras un total disparate. Yo exagero un poco, porque el humor es exageración, pero no tengo que esforzarme mucho, la realidad mirada con objetividad, ya es bastante estrafalaria. Si fuese Picasso pintaría un cuadro cubista para reflejarla, como, por desgracia, no lo soy, me resigno a escribir relatos cubistas.

¿Ha sido complicado dar vida a personajes reales como García Lorca, Juana la Loca o Borges, que aparecen en algunos de sus cuentos?, ¿necesitan de un tratamiento distinto a los de cosecha propia?

De ningún modo. He leído tanto sobre ellos que me han parecido familiares. Entiendo sus razones y me pongo en su piel. Cuando hacía hablar a Juana de Castilla o a García Lorca, lo sentía de un modo muy real. Justamente ponía en su boca lo que creo que ellos dirían y lo hacía con toda la lealtad posible y con muchísimo cariño.

¿La literatura, el pasado, el mundo, el amor, la muerte, los caprichos de la fortuna... seis bloques en los que ha clasificado sus relatos. ¿No está casi toda la vida encerrada en ellos?

Bueno, ya he madurado un poquito con la experiencia y era hora de que me plantease los grandes temas, aunque sea en la clave humorística, de la que no puedo prescindir.

Destierra algunos tópicos sobre las mujeres. ¿El humor es una forma risueña de desquite o de ajuste de cuentas?

Con respecto a desmontar los tópicos sobre las mujeres, hago lo que puedo, aunque es difícil. Mis personajes como yo no militan de feministas, intentan dar la igualdad por hecha y la practican, pero encuentran problemillas, igual ante hombres que ante mujeres, porque van por libre y no quieren etiquetarse.

Una de sus protagonistas es una niña que se obsesiona con El Quijote. ¿El mal de Alonso Quijano pervive en esta era de lecturas fugaces y whatsapps?

Mi niña Mari Carmen es un primor, aplicada y de sobresaliente, pero no se entera ni papa de El Quijote, porque se lo imponen como lectura en el instituto sin informarla previamente de ciertos detalles de la obra que pueden chocar en el siglo XXI. Con este relato explico lo que puede fracasar un alumno ejemplar con una educación superficial y deficitaria.

Hay más guiños al lector de clásicos en su obra. ¿Hay que tener los sentidos muy alerta para captar su humor?

Qué va, mi humor está chupado. Cuando se atreven a leer mis libros personas que casi no leen, se ríen mucho. Eso me anima a seguir escribiendo, porque mi intención no es hacer alardes de virtuosismo, sino llegar al corazón de la mayoría, que son los míos. No me siento elitista ni especial y mi deseo es ser comprendida por todos.

¿Seguirá sin abandonar el humor?

No creo que vaya a abandonar nunca el humor, forma parte de mi personalidad.