La publicación de El romancero gitano en 1929 convirtió a Federico García Lorca en el poeta español más reconocido. Las ventas del poemario fueron inauditas en aquella época, pero este éxito no vino acompañado de la felicidad y el regocijo de su autor, ya que el granadino rechazaba la idea de que se trataba de una obra sobre el folclorismo andaluz, algo de lo que le acusaban sus amigos Buñuel y Dalí. Lorca, además, atravesaba por una etapa sentimental convulsa a causa de la ruptura con el escultor Emilio Aladrén. El poeta necesitaba cambiar de aires para encontrarse a sí mismo. Y la oportunidad se la brindó la Gran Manzana, donde fue invitado para dar una serie de conferencias. Aquella experiencia provocó sus versos más surrealistas, por lo que Poeta en Nueva York se considera la obra más compleja del autor.

El historietista alicantino Carles Esquembre recrea con enorme solvencia, imaginación y rigor histórico y literario aquel viaje en la novela gráfica Lorca: Un poeta en Nueva York (Panini Cómics). Acompañado por Fernando de los Ríos, Lorca atraviesa en barco el Atlántico para toparse con la Estatua de Libertad y una gran urbe que le deja impactado. El cómic desgrana los paisajes que asombran y despiertan la sensibilidad del poeta, desde Harlem hasta los rincones más sórdidos de Manhattan; los alegres locales de jazz o la vigorosa muchedumbre de Coney Island. Para crear este título, editado en 2016 y del que ahora se publica una reedición con cinco poemas ilustrados, Esquembre recurrió al epistolario y los testimonios de quienes acompañaron al autor de Yerma en aquella aventura. No faltan los paisajes surrealistas y las visiones oníricas lorquianas, que elevan la narrativa de las páginas en blanco y negro.

Decía García-Posada, una de las referencias de Esquembre, que la intención de Lorca fue publicar aquel poemario acompañado de unas imágenes que él mismo había seleccionado. Pero jamás logró ver impreso siquiera alguno de aquellos versos. Gracias a esta novela gráfica, somos testigos de cómo pudo ser aquel viaje en el que el granadino se topó con los gángsters, el crack de la bolsa y la industrialización de una sociedad que nada tenía que ver con la suya y que le ofreció «una de las experiencias más útiles» de su vida.