El buen dictador

Dirección: Manu Sánchez

Con un «¡Viva Málaga¡ ¡Viva el espeto! y ¡Viva Gregorio de la Calzada!» se presentaba el humorista sevillano Manu Sánchez ante un Teatro Cervantes lleno hasta la bandera. Dando vida a un personaje por todos conocido, pero con una connotación única y desternillante que sólo un mago de la ironía y la guasa sabe dar. Ante un mundo que se tambalea en mano de tiranos y locos elegidos por la mayoría, el Dios supremo decide echar el freno de mano y crear un nuevo sistema basado en el antiguo régimen, ése que hace las cosas como Dios Manda.

No hay mejor manera de hilar lo cotidiano con la critica más voraz en un texto cuidado, divertido e ingenioso. Porque Manu Sánchez no olvida en El buen dictador la labor tan importante del humorista, del actor y del artista; esa alevosía de hacer de reír, pero sin olvidar que hay que hacer pensar al pueblo, zarandearle para que despierte de su letargo y se levante ante la tiranía de los gobernantes y ante su propio miedo. Porque en los errores del ser humano que se le achacan a un ser divino, se nos olvida que a Donald Trump lo elegimos nosotros, que la oligarquía eclesiástica se la hemos concedido nosotros y que el mal reparto de los recursos y las riquezas también es culpa del ciudadano, No del todopoderoso que vive estresado desde el sexto día por la tarde.

Manu Sánchez se coronó ayer en Málaga en sus dos sesiones, en una mezcla de la interpretación más exquisita y monólogos hilarantes sobre la independencia catalana, la monarquía y la iglesia. Y en un acto de rebeldía el buen dictador que da el golpe en la mesa y, aunque a él le duela el doble, por fin actuará sin ser condescendiente e imponiendo su santa voluntad. Más de dos horas y media de espectáculo donde no olvidó algunas de las acciones más intrínsecas del pueblo malagueño, provocando que nos riamos de nosotros mismos pero consiguiendo que nos cale el mensaje. «Vive, sal afuera y disfruta de esta tierra que no es otra que la de San Gregorio». No, Manu Sánchez no podía olvidar en su visita a la capital malagueña a Chiquito de la Calzada. Un espectáculo pintoresco, musical y sobrado de un humor inteligente, propio de un dios del humor como Sánchez. Acabo besando las tablas del Cervantes, el público rezando para que vuelva. Y un dogma difícil de olvidar: el buen dictador es el que no existe.