Hablábamos el otro día del impresionante éxito del joven escritor malagueño Javier Castillo, que ha colado sus dos primeras novelas, El día que se perdió la cordura y El día que se perdió el amor, en las listas de éxitos, despachando centenares de miles de ejemplares. Nada mal para un ya ex asesor financiero, que tecleaba sus ficciones en el Cercanías de camino al trabajo. Quizás la historia de Castillo prologue la de otro joven malagueño que se acaba de lanzar al ruedo literario: Samuel Estepa, un criminólogo de 23 años, ha publicado estos días El otro lado (Hidra), «un thriller que combina las experiencias extrasensoriales y las presencias sobrenaturales con toques de terror, aventura y romance». Como aseguran desde su sello editorial: «Todo un pleno para amantes del género que, además del suspense, buscan una historia fresca y distinta a todo lo que hay ahora mismo en la sección de juvenil de las librerías». Quién sabe: quizás el año que viene veamos a Estepa protagonizando multitudinarias firmas de libros allá por donde pasa, como Castillo.

«Lo de Javier Castillo es una locura total. ¿Quién o soñaría con conseguir miles de lectores en todo el mundo y firmar ejemplares hasta que se te caiga la mano? Hoy por hoy, eso es algo muy lejano para mí. Bastante impactado estoy ahora al encontrar mi libro junto a autoras y autores que tanto me han influido como J. K. Rowling, Laura Gallego o Philip Pullman», nos cuenta Samuel, quien, por cierto, ha recibido la bendición en forma de recomendación entusiasta del autor de El día que se perdió la cordura.

Lo cierto es que El otro lado es el sueño dorado de un ojeador de bestsellers: autor joven, con notable presencia en las redes (más en el despiece) y con un argumento llamativo y un desarrollo muy cinematográfico. Leamos su sinopsis: «Sarah está harta de mudarse. Desde que era pequeña, sus padres toman a menudo la repentina decisión de marcharse de donde viven sin ninguna explicación. Hasta que una noche, tras sufrir una terrible pesadilla, sus padres la sacan de la cama y la meten en el coche. Es una de esas mudanzas inesperadas. Parece que huyen de algo. Esa misma noche, su madre muere en un aparatoso accidente. Tras este fatal incidente, Sarah y su padre intentan rehacer su vida en un nuevo pueblo. Sarah empieza a entrar en contacto con el mundo del espiritismo y se da cuenta de que la muerte de su madre pudo no ser un accidente. Pero ¿quién fue el responsable? ¿Y si Sarah es la siguiente?»...

«El otro lado surge de una mezcla curiosa: mi pasión por escribir y mi afición por los espíritus, la ouija, el más allá y los temas esotéricos. El momento preciso en el que salió la idea siempre es algo confuso, pero debió de ser en una de esas tardes en las que estás con los amigos y la conversación salta de un tema a otro, hasta que acabas buscando vídeos sobre apariciones, fantasmas y cosas inexplicables. Fue entonces cuando sentí la necesidad de contar una historia relacionada con lo que estábamos investigando. La idea de la que partí fue muy simple: un grupo de amigos que hacen la ouija y algo sale mal. No pensé en posible público, solo quería escribir algo que me apasionase de verdad. Y el más allá me fascinaba (y me fascina)», recuerda Estepa, quien, por cierto, confiesa que sí ha participado en alguna sesión de ouija: «Por aquella época estaba inmerso en la escritura de El otro lado y ya me había documentado sobre cómo hacer una sesión ouija correctamente: ambientación, círculo previo, concentración antes de empezar, vaso de cristal? Sin embargo, y a pesar de que cumplimos todos los requisitos, no sucedió nada».

Los criminólogos como Samuel Estepa suelen ser protagonistas no autores de novelas. Esa formación puede tener un pro y un contra literarios: pro, que las historias presenten una carga de verosimilitud importante; contra, que, quizás precisamente por eso, le resulte más difícil dejar volar su imaginación... «No tiene por qué. La clave es saber dejar al margen la formación como criminólogo cuando la imaginación está en pleno éxtasis, y emplearla solo cuando sea necesario darle esa carga de verosimilitud. Es cuestión de saber usar tus cartas. Aunque sé a lo que te refieres y es verdad que ahora que soy criminólogo me doy cuenta de las limitaciones de muchas ideas que me parecían buenas. Aun así, las ideas siguen llegando, por muy erróneas que mi mente de criminólogo las considere más tarde. Es precisamente la Criminología lo que hace que no me embarque en un proyecto que luego descubriré que no tiene sentido», argumenta el escritor.

Le pedimos al joven malagueño que justifique las ya referidas palabras de halago de su editorial («una historia fresca y distinta a todo lo que hay ahora mismo en la sección juvenil de las librerías») y, desde luego, lo tiene clarísimo: «Es distinta porque creo que hay pocas novelas que mezclen la investigación de un thriller, con el más allá, los espíritus y además desde una perspectiva juvenil. ¿Quién puede pensar que recurriendo a la ouija se arrojará algo de luz a un caso que ha sido clasificado como accidente de tráfico? ¿Y que todo esto lo descubra una adolescente? ¿Y si la fallecida es su madre? Creo que no hay escrito nada parecido (al menos que yo sepa), y eso es mucho decir en literatura, donde parece que está todo inventado».