Directora del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, la pianista Ana Guijarro fue una de las protagonistas del último abono de la Filarmónica de Málaga, que enfila la recta final de la actual temporada de conciertos. Quedan pendientes el Mozart de las tres últimas sinfonías, una esperada Novena de tintes checos y La Trágica de Mahler. Pero antes también los dos trabajos sinfónicos de J. Brahms cuyo op. 90 protagonizó la segunda parte de este concierto pasado. En el podio de la OFM Manuel Hernández Silva, distinguido por la agilidad en el desarrollo de las páginas presentadas, cediendo buena parte del protagonismo al trabajo a los atriles de la orquesta.

Profesora de Javier Perianes, entre otros, Ana Guijarro es considerada fiel representante de la escuela española de piano, lo que no le impediría afrontar el enorme Concierto para piano y orquesta en La menor de Grieg. Página de gran repertorio, exigente en lo técnico y a un mismo plano también en lo expresivo como quedaría reflejado en el adagio que sitúa Grieg en el corazón de este concierto. El allegro inicial destacaría por el tema dominante que circula por todo el movimiento, donde se encuentra la extensa cadenza escrita por el compositor en contraste con el tiempo conclusivo donde abundan los motivos a solo.

Precisamente esa intimidad distinguiría el adagio del segundo tiempo, más carnal, y donde Guijarro pudo traspasar el encanto que reserva Grieg a las cuerdas. Chispeante el allegro de cierre, con el frenético ritmo de danza que lo singulariza, puso fin a una lectura algo frágil en conjunto que Ana Guijarro supo reconducir. La solista madrileña haría alarde de solista con solera, imponiendo en ocasiones su teclado con una idea muy precisa del discurso que mantuvo a medio camino entre intimidad y emisión. En otro orden de cosas también quedó patente el cuestionable estado en el que se encuentra el Steinway. Avisa que desea ceder el testigo y lo hace quejándose cuando no mostrando problemas de elasticidad que desgarran su sonido.

Quince años separan el Concierto de Grieg del tercer trabajo sinfónico de Brahms. Estrenado en Viena pronto fue calificada de Heroica aunque tanto por sus materiales como el trasfondo con la que la dota el compositor dista de la homónima beethoveniana. Lo cierto es que esta sinfonía guarda una amalgama de emociones que van desde el ímpetu del primer tiempo hasta el inesperado finale que se extingue en el silencio pasando por tono lírico e inflamado del poco allegretto. Hernández Silva practicó con la batuta el contraste, la fluidez de los motivos, destacando el papel de las secciones, convincentes las cuerdas, sólidas las maderas y rotundos los metales con alguna pega hacia las trompas.