A pesar de la manta de agua del pasado martes, la atención de la agenda musical pasaba por el penúltimo de los programas del Ciclo de Conciertos de Cámara que organiza la Filarmónica de Málaga. Llovió y mucho, tanto como para retrasar unos minutos la hora de comienzo el esperado programa del Cuarteto Bretón; formación especialmente volcada hacia el repertorio español que hizo un alto en su especialidad para atender otro horizonte musical tan accesible como cualquier otra expresión artística de nuestro tiempo. En los atriles dos nombres imprescindibles del minimalismo norteamericano, Terry Riley y Philip Glass, rematado por la angustia vital del cuarteto nº 14 de Franz Schubert. Música y significado de dos perspectivas que anteponen el valor artístico a cuestiones accesorias, lo que constituye un incentivo más para el oyente.

Tanto Riley como Glass parten de la idea de la repetición, la obsesión rítmica con un sentido adictivo y ciertos elementos melódicos que conectan con el oyente, al que retan a participar del acto creador, como muy bien señala Fernando Anaya en las notas al programa de este concierto. Prueba de esta afirmación se abría al público con G song, de Riley, concebida para saxofón y piano y que sería adaptada para las dieciséis cuerdas años después por el compositor. Precisamente esta segunda versión fue la interpretada por el Cuarteto Bretón. En apenas diez minutos B4 puso aprueba su músculo rítmico capitaneado por el violín primero de Anne-Marie North que lanzó los primeros hilos argumentarles sobre los que se sustenta toda la estructura de la página. Concebida en un solo tiempo el carácter repetitivo que la determina y que no apareja redundancia es gracias al reto expresivo y especialmente conciso que agrupaciones como Bretón pueden resolver con éxito.

Dos décadas separan G song del quinto trabajo para el cuarteto de cuerda del amado-despreciado Philip Glass. Articulada en cinco movimientos desarrollados sin solución de continuidad, el Cuarteto Bretón puso de relieve su capacidad para conseguir unidad formal al caudal de ideas musicales que se suceden sin solución de continuidad a lo largo de este cuarteto. Sin duda, y este cuarteto es una prueba de ello, la capacidad de empaste, sincronía y ataque son algunas de las cualidades del conjunto que lidera Anne-Marie North.

Y girando el espejo, la segunda parte del concierto la protagonizó La muerte y la doncella. Destacar la sólida unidad técnica demostrada por Bretón, virtuosa en el irresistible andante con moto del segundo tiempo y tras el breve scherzo la tarantela que protagoniza el tiempo conclusivo finamente labrado por esta formación cerrando un concierto que supo a poco.