Hace unos días en Segovia defendió la lectura como una de las competencias educativas transversales. ¿Deberían los jóvenes leer más?

Mi conferencia se titulaba «El acto de leer», porque efectivamente la lectura exige la puesta en juego de nuestra memoria, nuestra imaginación, nuestra cultura y nuestra capacidad de completar el texto que leemos para obtener todo su significado. No hay otra actividad más formativa que la lectura.

En el mismo foro decía también que el Diccionario no será nunca políticamente correcto y que existen palabras canallas porque están en la calle. ¿Qué le parece que la gente cada vez juzgue y critique más las palabras del Diccionario? ¿Es síntoma de la buena salud del idioma?

Es síntoma de que cuando decimos que la lengua no tiene otro dueño que sus hablantes. Lo que preserva una lengua es que la hagan suya los hablantes y la usen libremente.

No obstante, aunque no se puedan eliminar palabras canallas, sí que puede la RAE precisar el contexto de su uso. Me refiero a cambios recientes como, por ejemplo, el matiz de «uso despectivo» que se añadió a sexo débil...

Los lexicógrafos le llaman marcas. En el prólogo del Diccionario se explica esto y se enumeran estas marcas. Hay que prestar atención a esta especie de «manual de instrucciones» para manejar correctamente el Diccionario.

¿Es el Diccionario del español más machista que otros de países vecinos?

En modo alguno. En todo caso, la pregunta del millón es: ¿las sociedades de los países donde se habla español son más machistas que otras? El Diccionario simplemente recopila las palabras que usamos, no las inventa ni las promociona.

¿Qué le parece la tendencia de algunos usuarios y colectivos que usan el femenino genérico? ¿Lo aceptará algún día la RAE?

Eso significaría una transformación profunda de la estructura gramatical de nuestra lengua, asentada a lo largo de los siglos. No sé si la RAE del siglo XXII tendrá que afrontar este hecho; a mí no creo que me toque ya.

Lo que no se puede criticar de la RAE es su pasividad. En las redes sociales la institución es especialmente activa e interactúa a diario con los hablantes. ¿Por qué lo hacen?

Porque queremos ser también la academia de los «nativos digitales», aunque hoy por hoy los académicos seamos «inmigrantes digitales». Estamos inmersos en una revolución tecnológica que, a ritmo frenético, está cambiando la sociedad, la política, la economía, la comunicación, y moldeando la propia condición humana. La RAE ha venido prestando sus servicios a las comunidades hispanohablantes desde hace 305 años, y debe seguir haciéndolo en este contexto.

A finales del año pasado señaló «Constitución» como la palabra de 2017. ¿Será «independencia» la de este 2018?

No lo creo.

¿Si llega a hacerse realidad la independencia de Cataluña haría daño al español?

Me cuesta ponerme a defender la fortaleza de una lengua que es la segunda del mundo por número de hablantes nativos, la segunda también como instrumento de comunicación global y la tercera en internet, y que tiene un crecimiento demográfico constante.

La actividad judicial está de permanente actualidad, y también el debate sobre muchas sentencias. Más allá del contenido, ¿deberían esforzarse los jueces por redactar sentencias más inteligibles?

Decía Ortega que la claridad es la cortesía del filósofo y lo mismo cabe decir de los juristas en general y de los jueces en particular. Tengo a gala que mi interés por el uso lo más exacto y claro posible de la lengua se debe a la influencia de mi padre, que fue juez. La RAE publicó recientemente un libro de estilo de la justicia, que fue un encargo del Consejo General del Poder Judicial.

¿Qué nota le pone a la clase política en su uso del lenguaje? Como representantes de todos los españoles, ¿deberían hablar mejor?

Nunca se debe generalizar. Entre los diputados y senadores que hablan en público, que no son todos, los hay que lo hacen con precisión y justeza y otros que no. En todo caso, desde los griegos la lengua ha sido concebida como la herramienta fundamental para el ejercicio de la política, para lo que inventaron una disciplina específica, la Retórica.

En su batalla contra los anglicismos, criticó que el año pasado España eligiera un tema en inglés para el Festival de Eurovisión, que se celebrará en unos días. ¿Está más satisfecho con la elección de esta edición? ¿Por qué cree que existe ese complejo de inferioridad a la hora de usar el español en las letras de las canciones?

A veces hay que luchar por lo obvio, y este es el caso. Ese complejo de inferioridad es absurdo. La industria norteamericana de la música concede dos premios Grammy en sendas ceremonias muy espectaculares e independientes. Y una de ella es la de los Grammy latinos. No soy experto en música pop, pero según mis noticias la canción que ha batido todos los récords en las redes ha sido el año pasado una en español interpretada por un cantante puertorriqueño.

¿Por qué necesita la RAE más apoyo financiero del Estado?

En el momento mejor, año 2008, el Estado aportaba el 50% del presupuesto de la RAE. Aquella cantidad ha sido recortada en un 60%. La actividad de la Academia es constante. Nuestro diccionario en línea, gratuito, tuvo en 2017 750 millones de consultas procedentes de todo el mundo. Cada día contestamos una media de 300 consultas lingüísticas. La RAE preside, además, la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), compuesta por 23 Academias de Asia, América, y África, además de la nuestra. Todo esto se puede hacer gracias a una plantilla de 85 personas: lingüistas, informáticos, lexicógrafos. Los académicos son 46, y no tienen sueldo. Cobran una dieta de unos 140 euros por cada sesión a la que asistan, normalmente dos por semana.