La Temporada Lírica del Teatro Cervantes concluía su andadura con el primero de los títulos de la 'Trilogía popolare', 'Rigoletto'. Primera incursión del músico de Busetto a caballo entre el romanticismo y el realismo incipiente de quien abandona los temas históricos para presentar un mundo al revés o quizás mejor dicho la cara oscura de éste. Perspectiva que enfrenta lo grotesco con la fragilidad de unos protagonistas que se alzan como seres desnudos, que sienten y aman. Elementos todos estos que hasta mediados del diecinueve ningún compositor ni libretista habían subido a las candilejas. Verdi y Piave plantean una nueva vuelta estética porticando un nuevo horizonte.

Sobre estos mimbres la incomprensible puesta en escena -interesante en lo formal- de Ignacio García plantea un espacio atemporal, lúgubre que concentra el desarrollo dramático en el elenco solista y coro. Tibia la escenografía de Alejandro Contreras que fuerza al oyente oyente a ubicar los distintos espacios en los que se desarrolla la ópera. Pobre producción a la que nada aporta el vestuario y caracterización y que tan sólo salva el apartado lumínico en la idea de focalizar la atención del espectador. Dicho esto, y después del desfile de esperpentos vividos, años atrás, en el Cervantes más vale tenebrismo y propuestas valientes que flores de pascua contrahechas u orquestas en el foso de veinte miembros.

Salvador Vázquez, director del Coro de Ópera, debutaba en el foso del Cervantes con una partitura plagada también de hallazgos en lo instrumental. Vázquez destaca por su dirección redonda, que explora los contrastes y cuyo resultado es una versión de equilibrios apoyada en una Filarmónica que apetece de ensueño. La batuta malagueña también se ha encargado de la preparación del Coro de Ópera y su resultado no fue otro que un conjunto bien compactado de emisión solvente como ha demostrado desde el Turandot que inauguró la temporada.

'Rigoletto' reconcilia a teatro y afición sobre la apuesta del elenco solista, diamante que ha sabido tallar el maestro Vázquez sobre la base del trío solista: Fabián Lara, Damián del Castillo y Olena Sloia. Lara osciló en lo vocal con momentos interesantes aunque en ningún caso resuelto a pesar de las sabidas notas altas finales de aria que en modo alguno pueden justificar una interpretación que de principio a fin debe estar controlada y bien apoyada. La ucraniana Olga Sloia firmó una Gilda de antología sobre un primer acto que iría de la convicción hasta el tercer acto para el recuerdo. Si bien en lo actoral no acabó de convencer, sí lo haría en la especial inclinación para la coloratura que distingue a su registro.

De Oviedo a Málaga el Rigoletto de Damián del Castillo confirma el ascenso de este barítono. Del Castillo reinaría sobre las tablas del Cervantes puesto que en lo actoral vislumbra buen hacer y en el capítulo canoro posee los mimbres para ocupar plaza dentro de los primeros escenarios. Registro vocal generoso en la emisión, bien apoyado con notas altas bien definidas y marcadas. En otro orden señalar la sólida actuación de la Magdalena Sandra Ferrández junto al Sparafucile de Christian Díaz soberbio en la línea más baja de su registro. Resuelta como nadie Lourdes Benítez encarnó una Giovanna redonda que supo a poco.