El Fondo Monetario Internacional (FMI), que hoy eligió por primera vez a una mujer, la francesa Christine Lagarde, como su nueva directora gerente, surgió como idea en la Conferencia de Breton Woods celebrada en la ciudad estadounidense del mismo nombre en 1944.

Un año después, ya acabada la II Guerra Mundial, nació esta institución hermanada con el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (BIRD), más conocido como Banco Mundial.

El FMI, del que actualmente forman parte 187 países, tiene básicamente dos objetivos: fomentar la cooperación monetaria internacional y la estabilidad de los tipos de cambio, y ayudar con los recursos económicos de la institución a los Estados miembros con dificultades en su balanza de pagos.

A la cabeza de la institución se encuentran la Junta de Gobernadores -que cuenta con un representante de cada país miembro, si bien el número de votos es proporcional a los recursos financieros que aporta cada socio- y el Directorio Ejecutivo, presidido por el director gerente.

La misión de este último es dirigir los asuntos ordinarios del Fondo, desempeñar las tareas de jefe de personal y encargarse de los nombramientos y destituciones en la organización.

Tradicionalmente, mientras que el liderazgo del Banco Mundial ha recaído sobre un estadounidense, la dirección del FMI ha sido ocupada por un europeo.

No obstante, en los últimos años dicha costumbre ha comenzado a crear cierta controversia.

El Fondo se financia principalmente con las cuotas que pagan los socios, y la cantidad que cada uno aporta se establece en base a su situación económica (PIB, transacciones en cuenta corriente, reservas oficiales del país, entre otras).

De la misma forma, el dinero que puede recibir un Estado miembro viene determinado por su aportación. Normalmente, un país puede conseguir un préstamo de hasta el 300 % de su cuota.

Sin embargo, cuando la cantidad demandada excede el llamado "tramo de reserva" (equivalente a no más del 25 % de su contribución), el país tiene que cumplir un conjunto de "medidas de ajuste", esto es, debe comprometerse a aplicar reformas de política económica destinadas a corregir los problemas que crearon dificultades en su balanza de pagos.

Las recetas económicas del FMI tienen su raíz en el llamado "Consenso de Washington", un documento de 1990 en el que se concretaron la postura de instituciones como el Banco Mundial, el propio Fondo, el Congreso de los EEUU y otras.

Todas ellas coincidieron en la necesidad de mantener la disciplina presupuestaria y en fomentar un menor gasto público, la liberalización financiera y comercial, la apertura a las inversiones extranjeras directas, las privatizaciones y desregulaciones y la garantía de los derechos de propiedad.

Estas medidas, sin embargo, han sido objeto de frecuentes críticas, debido sobre todo a su falta de eficacia en las intervenciones del Fondo en la década de los noventa y más recientemente, en la actual crisis económica.

En la actualidad, esto, junto a la cuestión de la representatividad (ambos obsoletos tras el cambio del panorama económico mundial de los últimos años, pero que previsiblemente serán solventados cuando se implemente la reforma iniciada en 2008), son los aspectos más controvertidos del FMI.