El primero en llegar al trabajo y el último en marcharse, directivo o emprendedor con responsabilidad, perfeccionista y controlador que vive para trabajar y que no es capaz de desconectar ni en vacaciones. Éste sería el perfil de un adicto al trabajo, una patología que, según psiquiatras y psicólogos, afectaría a un 10% de la población activa. Parece mucho, pero, si uno se para ante los síntomas, es difícil no conocer a alguien que los sufra aunque no lo reconozca.

«Es una adicción camuflada», ha señalado el psicólogo David López, «además está bien considerada. Trabajar mucho está bien visto y suelen ser personas responsables con un estatus alto que no van a reconocer que hay un problema». López, que trata en su consulta de Alicante todo tipo de adicciones, indica que «nunca he tenido a una persona que haya venido por ser adicta al trabajo, pero sí hay una preocupación por la crisis que se traduce en ansiedad y en estrés. También se detectan casos a través de terapias de parejas, por ejemplo, una mujer sola a la que su marido no atiende, que hasta los fines de semana está liado con el ordenador y que nos hace sospechar que pueda ser un caso de adicción».

No se trata, según los especialistas, de una cuestión para tomarla a broma. «Cuando hay una adicción, llega a producir un deterioro personal, social o familiar intenso. El trabajo llega a envolverlo todo, cambia el estado de ánimo, les provoca estrés, ansiedad, depresión, y es muy difícil de controlar porque no pueden dejar de pensar en el trabajo», señala el psicólogo especialista en adicciones Antonio Castaños Monreal, quien considera que «la adicción por el trabajo suele darse en lo que nosotros llamamos personalidad del tipo A, gente constantemente activada, ambiciosa y exigente que necesita tener éxito. Son esos que cogen el coche y aunque no tengan prisa lo meten a 160 , que en vez de andar corren, que comen en cinco minutos. Son personas metidas en un nivel de activación que les hace vivir a cien».

Además el propio estrés les hace, en ocasiones, apoyarse en alguna sustancia que pueda paliar su malestar y así, según Castaños, «recurren a menudo al tabaco o al alcohol y también hay casos que se machacan en el gimnasio para relajarse y poder seguir a la carga al día siguiente, si es que consiguen dormir, porque se trata de gente que no suele dormir bien, que padece insomnio o trastornos del sueño».

Aunque la Organización Internacional de la Salud en su informe sobre «El tiempo de trabajo en el siglo XXI» considera «preocupante» trabajar más de 50 horas semanales, «no se trata de cuántas horas se hagan, sino de que provoque un deterioro personal y familiar intenso» tal como ha señalado Antonio Castaños. «Sólo entonces podemos hablar de adicción al trabajo», lo que los americanos llaman el «workaholism» comparándolo con el alcoholismo. La crisis económica no ha puesto mejor las cosas ya que el miedo a perder el trabajo hace que muchos se vuelquen aún más en su actividad profesional llegando a la obsesión.

Así, cada vez hay más personas, según los expertos, que tienen pánico a cometer errores y se van a casa inquietas por la jornada y preocupadas por la del día siguiente lo que les impide desconectar. En las empresas en las que se estimula la competitividad, el problema aumenta según señalan los expertos, y los augurios de que lo peor de la crisis aún está por venir no ayudan a tomarse el trabajo con calma ante el miedo de que, si no se rinde lo suficiente, uno acabe en la calle.

¿Y esto se cura? Los especialista dicen que, como en cualquier otra adicción, hay técnicas para superarla, aunque el paciente tiene que comprometerse a seguirlas, como establecer un programa de actividades con la familia, reducir progresivamente las horas de trabajo, no llevarse jamás trabajo a casa, aprender a priorizar o utilizar técnicas de relajación.

No todos los que se pasan la vida en el trabajo son adictos. A muchos no les queda más remedio por su situación laboral pero no les supone ningún problema y en otros se da cada vez más el llamado «presentismo», es decir, estar en el trabajo más tiempo del establecido o del necesario para dar buena imagen ante el miedo al despido, algo que se está incrementando con la crisis según se refleja en una encuesta elaborada por la empresa de soluciones de recursos humanos, Randstad. Según esta encuesta, ocho de cada diez profesionales reconocen que pasan más horas de las establecidas en su puesto de trabajo, mientras que hace dos años eran sólo cuatro de cada diez.

Si se analizan los factores, la actual situación económica se convierte en el principal motivo esgrimido. De hecho, y siempre según el estudio realizado por esta empresa, seis de cada diez trabajadores admiten que se quedan más tiempo en su puesto de trabajo sólo por el miedo a perder el empleo, mientras que un 24% de los encuestados asegura que la falta de personal en su empresa es la principal causa. En ambos casos la crisis ha incidido en el aumento del presentismo en España. En el lado contrario de la balanza, sólo un 15% de los trabajadores encuestados por Randstad asegura que no trabaja más horas de las previstas. Esta cifra supone un descenso de cuarenta puntos porcentuales respecto a 2010.