Aunque se calcula que apenas entre un 10% y un 12% de las familias españolas tiene inversiones directas en Bolsa -es decir, posee acciones de alguna compañía cotizada- la actual montaña rusa en que viven instalados los mercados puede tener importantes consecuencias para la gran mayoría de la población. Y es que, aunque muchas veces se piensa que los parqués son un mundo aparte, una especie de casino alejado de la economía real, lo cierto es que los mecanismos de transmisión entre uno y otro lado son muchos y variados, y pueden acabar afectando seriamente a las perspectivas de recuperación, si el desconcierto actual por el crecimiento de China o el precio del petróleo se prolongan durante algunos meses más.

De momento, y a pesar del rebote de ayer, el Ibex 35 ya acumula una depreciación del 14,66% desde el arranque del año, y de más del 20% desde que el pasado mes de noviembre empezaron las dudas sobre el crecimiento global en las principales plazas financieras, a lo que se sumó la situación política en España. Una cifra aún insuficiente para detener el actual ciclo expansivo del país, pero que ya tiene sus primeras consecuencias.

La más clara es el hundimiento de la rentabilidad de los fondos que invierten en renta variable, que sólo en enero acumularon pérdidas de entre el 6% y el 7%, según los datos de la patronal del sector, Inverco. Este tipo de productos se había convertido en la gran alternativa que ofrecían los bancos para aquellos ahorradores que no se conforman con la exigua rentabilidad actual de los depósitos a plazo, lo que había disparado su venta. Así, hasta 7,6 millones de españoles tienen ya su dinero en este tipo de instrumentos -un millón más que hace un año-, aunque sólo el 19% de su patrimonio global se destina a acciones, según explica el director de Estudios de Inverco, José Luis Manrique, quien recomienda a los inversores "no entrar en pánico y aguantar, porque a medio y largo plazo la Bolsa siempre resulta rentable" .

Algo similar ocurre con los planes de pensiones que tienen contratados 7,8 millones de ciudadanos. En este caso, es el 23% del patrimonio invertido a través de estos productos el que está vinculado a la evolución de la Bolsa. La lista sigue con los depósitos estructurados o los referenciados, cuyo rendimiento también depende de lo que ocurra en los mercados de valores.

Menos dinero para gastar

En definitiva, que una caída del Ibex 35 supone "una disminución de la riqueza financiera de muchas más familias de lo que parece", según explica el profesor de Macroeconomía de la Universidad de Alicante Alfredo Masó. Unas familias que, al sentirse más pobres, "tenderán a gastar menos, lo que deprimirá el consumo, si la situación se prolonga durante algunos meses más". Y ahí es donde realmente pueden llegar las consecuencias más graves, ya que buena parte del crecimiento actual se basa, precisamente, en la reactivación del gasto.

De esta forma, a través de ese freno del consumo, la crisis bursátil se contagiaría a las pymes y a los pequeños negocios, que son los que sostienen la mayor parte de los puestos de trabajo, y se podría caer "en un círculo vicioso", según Masó, que pusiera fin a la recuperación.

También en el caso de las grandes empresas la caída del gasto y una situación prolongada de descenso en los mercados llevaría a la paralización de numerosos proyectos de expansión, lo que frenaría la creación de empleo, según explica el analista de Bankinter Jesús Amador. En parte, porque unas bolsas a la baja limitarían las posibilidades de las firmas cotizadas de recurrir a ampliaciones de capital para financiar estos planes de crecimiento.

A todo esto hay que sumar los efectos que tiene la depreciación de las acciones en los balances de aquellas compañías o bancos con importantes participaciones en otras firmas cotizadas, lo que podría en apuros a más de una gran empresa, según Amador.

En cualquier caso, todos los expertos coinciden en que aún serían necesarios varios meses más de inestabilidad en la Bolsa para desencadenar esta cascada de reacciones negativas y ninguno de ellos se atreve a vaticinar qué ocurrirá realmente. "Hace unas semanas hubiera dicho que era algo pasajero, pero ahora cada vez tengo más dudas", reconoce el catedrático de la UA Alfredo Masó. "Hay mucha liquidez y los tipos que ofrecen los depósitos son muy bajos, por lo creo que hay muchos inversores que no tienen otra alternativa que ir a Bolsa en busca de rentabilidad, y eso puede ayudar a recuperar los precios", apunta, por su parte, Jesús Amador. De momento, toca seguir esperando.