Trinidad Jiménez tiene acento de muchos lugares y de ninguno a la vez. Nació en Málaga hace 49 años, pero ha vivido en Guinea, Camerún o Israel, aunque su seseo es inconfundible. Ahora ha vuelto a sus orígenes como candidata socialista al Congreso para demostrar que ama a su ciudad como la que más.

Estos quince días de campaña el PSOE vive en una «trinimaratón» constante. De 8 de la mañana a 10 de la noche apenas quedan huecos libres para el ocio o el disfrute, pero Trinidad sabe sacarle jugo a las jornadas, pese a ser, a diario, agotadoras. Los días que puede acompaña a su hermana Marta a llevar a sus sobrinos a un colegio de El Palo. Después, si hay tiempo, toman un café con un churro –para no perder la figura– y al tajo.

Reconoce que está hecha a los madrugones y que aunque necesita su «cafecito» de la mañana, siempre se levanta de buen humor. Se define como una mujer de rutina y cómoda en el trato, aunque admite que necesita tener una agenda con planificiación diaria para saber qué va a hacer. Es lo único que puede cabrearle. «Pero poco, es muy fácil en el trato», dicen sus colaboradores.

Agenda

Entre reuniones, actos, mítines y líos de agenda, la ministra de Asuntos Exteriores atiende a la prensa. Da su mejor sonrisa porque le gusta poner las cosas fáciles. Cuando no es un periódico, es una radio. Otras veces, una televisión. Ayer, durante una hora y media, respondió a los lectores de laopiniondemalaga.es. Recibió críticas, felicitaciones, y alguna que otra pregunta incómoda. Por ejemplo, una persona le preguntó si conocía alguna cofradía de Semana Santa. La candidata respondió: «Las conozco muy bien porque soy de Málaga y porque vengo a Málaga todas las Semanas Santas. Le sorprendería oírme hablar de los Servitas, a la que pertenecía mi padre, o del Cristo de la Buena Muerte», le dijo.

Además, Trinidad y el equipo de campaña socialista se reúne cada vez que puede en la sede del PSOE en la calle Fernán Núñez. Allí cierran agenda, preparan intervenciones y estudian las encuestas. Unos sondeos que no auguran buenos resultados. «Ahora sólo me planteo ganar, sacar cinco diputados. Voy a ejercer de diputada los cuatro años de la próxima legislatura, eso significará venir una vez a la semana a mi casa, estoy encantada», asegura.

A las 11 de la mañana tiene un acto con la prensa y un colectivo relacionado con la Economía Social. Acude en coche oficial. Decenas de personas se agolpan a las puertas del edificio para saludarla. Cuando acaba sus intervenciones se escapa para ir al baño. Una espontánea recuerda que es humana, y que también necesita su tiempo. Después, como si nada, se pone delante de los micrófonos a dar datos y argumentos.

Cada vez que puede, Trinidad Jiménez va a pie a su próxima cita para tomar el pulso a la calle, saludar, perderse por los rincones del Centro de Málaga. Y aunque son pocos los momentos, la candidata socialista siempre acaba por hablar de la gastronomía de la provincia. En la calle Granada se para en unos Ultramarinos y compra mantecados de Antequera. «Son los mejores», dice. Después, entra a saludar en una galería de arte de la que es dueño el padre de un embajador. Allí mira embelesada estampas de Nueva York o París.

Es sorprendente ver lo informada que está de todo. Tuvo su primer móvil en 1997, y nunca ha cambiado de número. A su teléfono le llegan todas las noticias del Gobierno y de su ministerio. Pero confiesa tener la suerte de que nunca le llaman teleoperadores para hacerle ofertas.

Dos veces ministra, se considera una afortunada por las carteras que le encomendó su jefe y amigo José Luis Rodríguez Zapatero. «Creo que son las más bonitas, he tenido suerte y muy buenos equipos», añade. Son casi las tres y la ministra y candidata se reúne con su pareja, Miguel, que la acompaña a comer.

Elige una bodega del Centro para tomarse un respiro. Allí, los camareros le recuerdan cuando fue hace un mes y les prometió que volvería. Miguel dice que, pese a la complejidad de la campaña, ella la hace fácil. «Y cuando llega a casa, se olvida de todo», cuenta. «A veces me pregunta cómo me ha ido el día, y le digo bien, sin novedad», responde ella divertida. Después, otro café y a seguir la campaña. Durante su periplo diario la paran constantemente para desearle suerte, pedirle que acabe con el paro o decirle lo «guapa y delgada que es al natural». «La tele engorda, ¿verdad?», dice afable.

Admite entender parte de las reivindicaciones del 15-M y dice que comprende que haya surgido el movimiento «dada la situación». Parte de la sensación general de críticas a la clase política vienen de la corrupción. Tajante, afirma que si se prueba el delito es «absolutamente inflexible». «Pero sólo si se prueba, estoy en contra de la judicialización de la vida política».

Por la tarde noche, un acto de Igualdad pone el punto y final a una jornada con dos actos públicos, una reunión, una entrevista y dos chats en periódicos, además de decenas de llamadas para atender Exteriores. «Estoy deseando que llegue el sábado –jornada de reflexión– y que no suene la alarma para levantarme tarde».