Ya no es que los partidos soliciten su presencia, son ellos los que piden venir. La primera semana de campaña en Málaga se ha saldado con un importante desembarco de las caras más visibles de la política nacional. La lucha por los votos con la que han tenido a bien obsequiar a los ciudadanos de la capital hasta el momento, se ha visualizado sobre todo en el PP. Visto lo visto faltarán días de campaña para que todos puedan venir. En pleno desmantelamiento de la Unión Europea, España va a lo suyo, que ahora mismo no es otra cosa que hacer campaña para el 26J. Queda justo una semana y ya han pasado por aquí gente de la talla, al menos orgánica, de Pablo Casado, Andrea Levy, Javier Maroto, Cristina Cifuentes, Estaban González Pons o Soraya Sáenz de Santamaría. «Nos llaman porque quieren pasar por Málaga», afirman fuentes del propio PP local. No es sólo que el último diputado está en juego, que también, sino que un día secuestrado en campaña discurre de una manera muy diferente en la Costa del Sol si se compara con otros lugares de la geografía nacional. Cuando un político se mete en provincias se exagera todo, y eso implica que el tiempo libre que queda después de los actos hasta la salida del AVE a la mañana del día siguiente, se emplea en conocer costumbres tan locales como la de partirle la espina a una sardina o la de contemplar el ocaso desde alguno de los muchos paseos marítimos que ofrece la ciudad. Cuando recorrer España de punta a punta se ha puesto de moda, Málaga brinda a los políticos la posibilidad de acercarse lo más cerca posible a la dolce vita dentro de los límites propios que marca la recolecta de votos.

Optimismo elevado. El PP, en todo caso, está cargado de fe y esperanza. Más que el pasado 20 de diciembre. «Los ciudadanos nos transmiten la confianza en el proyecto de Mariano Rajoy. Más que lo hacían en las últimas elecciones», comentan en el PP. Así lo sienten también sus dirigentes a pie de calle. Desquitados de posibles complejos y con la certeza de que Ciudadanos ya no estrangula con la misma fuerza que lo hacía en diciembre, se abrazan al centrismo desideologizado para aumentar el rango de voto en un clima de incertidumbre generalizada. Encaran estas elecciones, así lo aseguran, con la convicción de que los españoles acaben premiando el saber a lo que atenerse frente a lo que denominan como «batiburrillo de experimentos». Por primera vez, abriendo incluso las puertas a esa parte del electorado socialista que consideran «moderado», y al que ahora quieren convencer de que el PP es en realidad el único antídoto contra un ascenso de Unidos Podemos. «Con los políticos del PP uno nunca camina por el lado de los extremos», es el mensaje a rentabilizar.

Que la alianza entre partidos que integra a Podemos e Izquierda Unida pueda adelantar al propio PSOE es motivo de preocupación entre los ciudadanos. Es, según afirman en el PP, otra de las grandes inquietudes que se pulsa en la calle. Entre los dirigentes del PP, algunos como González Pons incluso lo expresan en público. Sobre las propias expectativas en la provincia, el objetivo sigue siendo el de la combinación 4-3. Mantener a sus cuatro diputados en el Congreso y mandar a tres representantes al Senado. La posibilidad de que Manuel Marmolejo, número tres en la candidatura popular a la Cámara alta, acabe con escaño en Madrid depende en gran medida de su capacidad para seducir de nuevo al votante del PP desencantado que se fue a Ciudadanos. Aseguran los populares que son muchos los que se acercan a los actos y afirman que sus voluntades han sido deshilachadas al pactar Albert Rivera con Pedro Sánchez. La clave para que arrebatarle a C´s su segundo diputado es que el PP le doble en votos.

El desfile popular continuará mañana con la presencia en la capital de Mariano Rajoy, que ha optado de nuevo por la Costa del Sol para celebrar lo que será el único gran mitin al uso en toda la campaña. «Todo un respaldo para el partido en la provincia», aseguran en el PP de Málaga. «Málaga es ya la única ciudad de España en la que Rajoy es capaz de llenar un acto proyectado para grandes multitudes», mantienen en el PSOE.

Apelar a los sentimientos. En el PSOE la principal apuesta para revertir las encuestas negativas pasa por la reivindicación permanente de su legado como fórmula para sacar del letargo a sus votantes en potencia. Los socialistas necesitan una afluencia masiva en las urnas para evitar que Unidos Podemos les pase por la derecha. Calculan fuentes del partido que hay un 35 por ciento de indecisos que podrían optar por Sánchez si se logra dar con la tecla adecuada. El PSOE es el único partido que tiene perdidas las elecciones de antemano y luego le da la vuelta. «Las encuestas siempre dan peor al PSOE de lo que luego sacan en las urnas», aseguran en el PP. Lo que propone Sánchez, entonces, es ganar desde la derrota. En su acto de Málaga, el pasado miércoles, todos los mensajes ya iban enfocados a resarcirse del karma de tercera fuerza, atacando a la indefinición ideológica de Pablo Iglesias. Cuando toda la dominación psicológica la ejerce Unidos Podemos, las dudas que Sánchez sobre los futuros pactos están ejerciendo como un lastre pesadísimo sobre la espalda del candidato socialista. Eso explica seguramente el tuit de Jordi Sevilla, alegando que debería de gobernar el candidato con más apoyo parlamentario. Para el PSOE resulta esencial quedar por encima de Unidos Podemos. Otorgaría algo de capacidad para maniobrar a Sánchez, aunque la división interna en el partido pueda acabar por enterrar definitivamente a Sánchez. Susana Díaz lo volvió a dejar claro ayer en Torremolinos, tirándose a la yugular de Iglesias. Al mismo tiempo parece que hay otra parte del PSOE, en Cataluña, que está buscando una aproximación con Unidos Podemos.

Desmotivación. Cuando se pregunta entre las bases socialistas resulta inevitable palpar cierta melancolía del pasado. El gran dilema que marca la futura encrucijada no es otro que optar por dejar gobernar al PP mediante la abstención o buscar un entendimiento con Podemos. En el PSOE de Málaga las lealtades están con lo que diga la gran presidenta. «Iglesias no es de fiar» reiteró ayer.

Ánimos dispares

Con diferentes formas de medir la alegría se han afrontado estos días de campaña en Ciudadanos e Unidos Podemos. Ambas formaciones coinciden en que los resultados del CIS no reflejan la realidad. En Unidos Podemos están convencidos de que conseguirán el tercer diputado por Málaga. En Ciudadanos, donde se barrunta la perdida del segundo diputado,no ha sentado nada bien que Albert Rivera, en su itinerario electoral, haya prescindido de la segunda provincia que más votos le dio después de Sevilla. Eso no impidió que ayer se desplazara un puñado de cargos al acto central que encabezó ayer, precisamente, en la capital hispalense. Entre ellos, no faltó Irene Rivera.