­Pedro Sánchez volvió ayer a sus raíces. En la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga,con un acto, como se esperaba desde el mediodía, marcado por el tuit de Jordi Sevilla, asesor en materia económica de Sánchez, y en el que instaba al resto de los partidos a que dejen gobernar al candidato que logre más apoyos parlamentarios dentro de un futuro e incierto escenario postelectoral. Según el rango de cada uno, algunos tuits dan para titulares en los periódicos. Quizá, en un momento en que nadie recibe tantas presiones como Sánchez, fue un simple intento para quitarle peso a la cargada mochila que lleva a sus espaldas el espigado líder socialista.

La futura encrucijada para Sánchez, se mire como se mire, se antoja complicada. Casi explosiva como un campo de minas si finalmente Unidos Podemos, como apuntan las encuestas, relega al PSOE al tercer lugar. Así llegó Sánchez a Málaga con una propuesta, movilizar al potencial votante socialista para que la aritmética electoral le deje en un posición de salida con capacidad de maniobrar, y evite males mayores.

No habló Sánchez ayer de salir a ganar, como en anteriores ocasiones, pero sí del magisterio del socialismo, que según él es mucho magisterio, y no se pide por catálogos. La metáfora, en alusión al envoltorio del programa electoral de Unidos Podemos, fue el hilo conductor que trenzó un discurso centrado en advertir de las consecuencias que tendría un ascenso en las urnas de Pablo Iglesias y que sólo serviría para perpetuar a Mariano Rajoy en el Gobierno.

Eran una vez cinco meses de negociaciones y Pablo Iglesias sumió a los votantes que habían optado por un cambio en una letárgica melancolía, porque la negativa a apoyar su investidura había dado lugar a una segunda oportunidad para el PP, vino a decir. Así, en alusión a Iglesias, aseguró que «los españoles ya saben quienes han trabajado para el cambio y quienes no».

Consciente de que la aflicción por las encuestas pueda estar haciendo mella, ante un auditorio bullicioso y receptivo en la Facultad de Derecho de la UMA, en un aula magna con más de 800 asistentes, apeló a los valores más profundos como principal revulsivo para la movilización. Cuando Unidos Podemos está buscando su sitio, y a falta de otra cosa que le pueda abrir el abanico electoral, ahora presume de ser un partido socialdemocrata, Sánchez quiso recordar que Iglesias en realidad apunta a tener más caras que una lenteja. «Cuando está con Teresa Rodríguez es anticapitalista, cuando está con Alberto Garzón es comunista, miedo me da que se quede encerrado cinco minutos en un ascensor con Mariano Rajoy», dijo en alusión a la supuesta indefinición ideológica del líder de Podemos.

Como la religión y el equipo de fútbol, Sánchez aseguró en este sentido que «las convicciones ni se compren ni se venden» para, posteriormente, arrancar los aplausos más efusivos, cuando sentenció, golpeándose a mano abierta el pecho, que «el socialismo es algo que se lleva en el corazón».

Ante un hipotético Gobierno encabezado por el PSOE y por él mismo, Sánchez lo comparó con «un contrato de cuatro años con los españoles» y reiteró, además, su firme compromiso a someterse a una cuestión de confianza a la mitad del mandato en aras de rendir cuentas ante la ciudadanía.

Sánchez esbozó un amplio catálogo de medidas a aplicar de forma cuasi inmediata, entre las que se encontrarían la derogación de la reforma laboral y del copago sanitario, la elevación del Salario Mínimo Interprofesional, además de avanzar una ley de igualdad salarial entre hombres y mujeres y revivir el Plan Qualifica para la Costa del Sol. Entre otros dirigentes socialistas, estuvo acompañado por el número uno al Congreso del PSOE, Miguel Ángel Heredia, y por la consejera de Educación, Adelaida de la Calle. Durante su intervención, Heredia lanzó un ataque muy duro contra Iglesias, a quien comparó con un escorpión, porque tiene «aguijón y pinzas», la que hizo con el PP para impedir que Sánchez fuera presidente.