Le guste más o menos a Pedro Sánchez, Antonio Hernando o a César Luena, el PSOE debe aspirar sólo a liderar con acierto la oposición y permitir que gobierne Mariano Rajoy. Si en las pasadas elecciones del 20 de diciembre, las urnas dejaron una aritmética endiablada y cabía la posibilidad de un gobierno presidido por Pedro Sánchez más la suma de una marea de siglas dispares, los resultados del 26J refuerzan la posición de Rajoy para formar gobierno, que aventaja en 52 escaños a la segunda fuerza, la mayor diferencia en unas elecciones democráticas entre la primera y la segunda fuerza.

Sólo cabe apelar a la responsabilidad institucional de todos los partidos para que dejen sus líneas rojas en el cajón, sus vetos personales y negocien un nuevo ejecutivo que ponga en marcha otra vez a España y espanten cualquier resquicio de una tercera convocatoria electoral, sólo entendible por intereses personales o cálculos partidistas.

En la primera votación se necesitaría la mayoría absoluta (176 votos) y si no se consigue habrá una segunda votación 48 horas después, en la que hará falta mayoría simple (más síes que noes). La suma de PP y Ciudadanos daría 169 diputados a los que se pueden añadir los 5 del PNV y 1 de Coalición Canaria, que situarían a Rajoy con 175 apoyos. Por el otro lado del cuadro la suma de PSOE, más Unidos Podemos y toda una maraña de fuerzas independentistas darían 176 votos. En este escenario el PSOE debe decidir si se abstiene como urgen algunos barones como Susana Díaz y Guillermo Fernández Vara o usa la novedosa fórmula de liberar el voto del diputado de Nueva Canarias (Pedro Quevedo) que concurrió en las listas del PSOE. Su abstención permitiría a Rajoy formar gobierno y que el PSOE cumpla (de alguna forma) con su promesa de votar ´no´ al candidato Mariano Rajoy. Y todo a la espera del recuento del voto por correo, que ha crecido un 85,6% hasta casi los 1,5 millones de papeletas.

Mariano Rajoy. A Rajoy sólo lo entiende un Mariano que se emociona paseando por un campo de alcachofas. Uno lo comprendería si fueran amapolas. Pero no; son alcachofas. Ese día, Mariano le dijo a Rajoy que gobernaría tras el 26J, pues ese icono electoral vegetal sería más potente que las modernidades de los otros tres jovenzuelos con campañas 3.0 y empeñados en las bondades electorales de usar alcachofas mediáticas frente a las vegetales.

Se deberá analizar cómo un candidato sin carisma y alcachofa en mano; siendo el menos valorado; con numerosos dirigentes en su partido comentando en privado que es un lastre para el PP y que es capaz de cambiar de hora una junta directiva nacional para sestear viendo como pierde España ante Italia, es capaz de ampliar su victoria en un escenario tan convulso y a priori tan fragmentado.

Visto los resultados, Rajoy acertó cuando le hizo caso a Mariano para que declinara la investidura como presidente. Apostó todo su capital político a la repetición de las elecciones y su siesta prolongada de seis meses le ha dado la razón frente a los que ya habían encargado su epitafio. Su amplia victoria supera incluso los cálculos más optimistas de sus colaboradores aunque Pedro Arriola -y así me lo confesó Celia Villalobos en un desayuno informativo- manejaba que el PP alcanzaría los 135 escaños. Se quedó corto en dos. Le ha funcionado a la perfección la llamada al voto útil, atrayendo a todos esos votantes de centro derecha que se refugiaron de la corrupción del PP en Ciudadanos y también el mensaje de que España no se puede permitir un gobierno de radicales. Sencillo para un candidato campechano alcachofa vegetal en mano.

Pedro Sánchez. Dulce derrota de Pedro Sánchez en el último suspiro pero que va camino de cometer el mismo error que el pasado 20D. Entonces los barones socialistas le pidieron que diera un paso atrás y permitiera un gobierno del PP antes que explorar pactos con Podemos y sus confluencias que exigían como condición el derecho a decidir dejando en segundo plano la cuestión social. Esta estrategia suicida con la excusa de un gobierno de cambio y de progreso ha estado a punto de cavar unos metros más la fosa en la que está inmerso el PSOE, con sus peores resultados de la historia como se comprueba, por ejemplo, en las quince capitales de provincia más pobladas, donde no son la primera fuerza en ninguna y en varias de ellas es tercera por detrás de PP y Podemos.

Susana Díaz fue clara ayer: « Los electores nos han enviado a al oposición y desde allí construir proyecto con credibilidad para salir de la oposición».

Pablo Iglesias. Fracaso fruto de la arrogancia y de la superioridad intelectual con la que Iglesias encaró la campaña. Menospreció un gobierno de izquierdas durante seis meses, porque entiende que la única izquierda es la diseñada en su laboratorio, ya que su estrategia tenía como único fin disputar a los socialistas la hegemonía de la izquierda. Desconcertados y sin sonrisa, los politólogos de Podemos aseguran desconocer qué ha sucedido para que no funcione la alianza con Izquierda Unida, perdiendo 1,2 millones de votos y logrando sólo dos diputados más. La respuesta puede estar también en un programa difícil de encajar por la amalgama de siglas de todas esas confluencias y por la posibilidad de que votantes de IU decidieron quedarse en casa o votar al PSOE. Iglesias sale tocado de estas elecciones donde antepuso una alianza con la extrema izquierda a la transversalidad que defendía Íñigo Errejón y su negativa a un gobierno de Sánchez sólo ha conseguido fortalecer aún más al PP.

Ciudadanos. Albert Rivera lo tenía crudo pese a sus intentos por que se formara gobierno en España. Ser la cuarta fuerza en España te penaliza en el reparto de escaños del actual sistema electoral. Pese a que en esta campaña ha fijado más las posiciones, los votantes prestados del PP que huyeron de la corrupción regresaron el 26J a la casa popular entendiendo que era el único dique de contención ante un hipotético gobierno de Unidos Podemos. Rivera, que dijo en campaña y repitió ayer que no investirá a Mariano Rajoy como presidente, carece ahora de la fuerza de pedir la cabeza del líder del PP. Sería una osadía.

Andalucía. Juanma Moreno sale reforzado de estas elecciones con su estrategia de renovación del partido en Andalucía. Quitó a alcaldes y presidentes provinciales para enviarlos a Madrid y le ha dado resultado. Ganarle a Susana Díaz no es fácil y en poco menos de dos años es el presidente regional del PP más curtido en batallas. Ya ha ganado una.

Málaga. Elías Bendodo mantiene con firmeza la hegemonía del PP en la provincia y logra ser el partido más votado en 37 municipios (toda la franja litoral y en los grandes municipios).