Con el sol resbalando por la cristalera del Pompidou, casi en cliché de alfombra roja y con un hombre de la lista, el deportista Borja Vivas -dos metros y cuatro centímetros, según Wikipedia- haciendo de atlante. El PP, sin apenas distintivos de partido, escenificó ayer la puesta de largo de su candidatura para las municipales cumpliendo con la ceremonia de la foto de familia y certificando lo que parece a todas luces que será la base de su campaña: la reivindicación permanente de los nuevos museos, a veces de una literalidad aplastante, y un discurso centrado, aunque todavía sin propuestas, en la necesidad de combatir las desigualdades.

Como ya hiciera en su proclamación oficial como candidato, Francisco de la Torre volvió a apelar a la dimensión cercana de la economía y puso el eje de su intervención en la creación de empleo, que, señaló, debe ser el polo hacia el que se dirija toda la estrategia de gobierno. En este sentido, aludió a la construcción, durante los últimos años, de una ciudad volcada con la cultura y la tecnología, dos atributos que considera imprescindibles para la inclusión y para lograr «que nadie se quede atrás». Rodeado de todo su equipo, el número uno del PP insistió en que el objetivo último es reducir las listas de paro, que siguen siendo muy altas en Málaga.

En conversación con los periodistas, De la Torre subrayó que la lucha contra la marginación es un fin al que el Ayuntamiento se compromete aún a sabiendas de que no se trata de su competencia en exclusiva. Un espíritu que, reseñó, se ha puesto de manifiesto recientemente con la crisis de la escuela de hostelería La Cónsula, a la que el Consistorio, en su opinión, está tratando de ayudar para evitar su degradación y cierre. «Ponemos de nuestra parte aunque no nos corresponda porque está en nuestro sentido del deber y de la solidaridad», precisó.

Sin necesidad de reaccionar frente a una alusión directa, el que ha sido regidor de Málaga en los últimos quince años quiso volver a dejar claro que se presenta a las elecciones con la intención de permanecer en el cargo todo el mandato, sin sucesiones a medio camino ni dudas sobre su continuidad. «No es mi intención hacer una entrega de mi tiempo y mi esfuerzo por menos duración», abundó. También ensalzó a los candidatos que le acompañan en la lista, de los que destacó su vocación de «servicio público». «Es gente que ama a Málaga y que tiene claro que estar en política es servir a los demás», resaltó.

De la Torre ha confeccionado un proyecto seguidista en cuanto a nombres, con el presidente del partido, Elías Bendodo, como número 2, y posiciones avanzadas para sus concejales de confianza, entre los que figura Mario Cortés, Teresa Porras o Raúl Jiménez. En plena alborada ya de la precampaña, el candidato popular dijo que su partido aspira a zanjar el envite «con una amplia mayoría», aunque sin que eso afecte a lo más mínimo al diálogo y la participación. «Gobernaremos como si no la tuviéramos, reforzando aún más la democracia y los consejos ciudadanos», reseñó.

A sus 72 años, el regidor asegura que se presenta a los comicios «con mucha ilusión». Y, además, resaltó, en un momento «apasionante» para la ciudad y el país. «España necesita sensatez, sentido común», afirmó. Para De la Torre, las elecciones del 24 de mayo coinciden con una ciudad en pleno crecimiento, con infraestructuras recién inauguradas como el museo de arte ruso o el Pompidou. «Hemos creado elementos de visibilidad, de orgullo para Málaga. Y no para que seamos los primeros, sino porque estamos convencidos de que ahí está la clave para el empleo», puntualizó.

El candidato de los populares defendió la gestión llevada a cabo por su equipo en el último mandato, en el que se ha conseguido, a su juicio, que Málaga se convierta en un «ejemplo». «Gobernamos de manera abierta, con moderación fiscal y compromiso», insistió.

La foto de familia de la candidatura, tramada sobre un pedestal con hueco reservado para cada uno de los miembros del equipo, puso de nuevo de relieve la estrategia electoral, que, a juzgar por los primeros actos, se basa en reducir al mínimo -e, incluso, prescindir- de la parafernalia de la marca del partido. En plena oleada de escándalos nacionales, y tras el batacazo electoral de las autonómicas, los populares apuestan por situar en primer plano los nombres propios y difuminar la presencia de la organización, limitada ayer al uso de una tarima de color azul.