Como los Juegos Olímpicos, unas elecciones municipales se celebran cada cuatro años. Son los intervalos de los que se han dotado las democracias occidentales para llamar a las urnas a sus ciudadanos. Cuatro años dan para mucho. También para crear expectativas. Si se celebraran todos los días, no se hablaría de estas elecciones municipales en los términos en los que se está haciendo. Parece como si la humanidad estuviera ante una de sus cimas históricas. Como una final de los 100 metros lisos que se convierte en historia viva haciéndose ante nuestros ojos.

Con reservada vocación olímpica, en un simulacro de carrera electoral, Francisco de la Torre (PP); María Gámez (PSOE); Eduardo Zorrilla (Málaga con la Gente); Juan Cassá (Ciudadanos); Ysabel Torralbo (Málaga Ahora) y Marcos Paz (UPyD), seis alcaldables a la capital acudieron a la llamada de La Opinión de Málaga y se prestaron para un reportaje fotográfico de la mano del ojo privilegiado de Gregorio Torres. Esta campaña estaba destinada a romper con los clásicos esquemas que siempre han marcado las grandes ceremonias electorales y ya todos los partidos aceptan estar casi de igual a igual con otras formaciones políticas.

Con el sol resbalando ya a primera hora de la mañana del pasado domingo, día en el que los candidatos lograron cuadrar su apretada agenda de actos para participar en esta sesión gráfica, pero sin poner a hervir aún el tartán del Estadio de Atletismo de Málaga, todos los candidatos llegan puntuales a las diez de la mañana. Todos, salvo el abanderado de UPyD, Marcos Paz, que, en una demostración de predilección futbolística, se presentó a las puertas de La Rosaleda. Sólo una pequeña confusión, sin más, que los otros candidatos perdonaron y aceptaron una demora de unos minutos.

Un favorito y cinco retadores

Francisco de la Torre llegó el primero a la cita. Conocida su afición por sacar lustro a una agenda de trabajo cargada de innúmeras citas, lejos de mostrar algún tipo de fatiga, amaga con echar a correr desde el primer momento por la pista. Ya hace cuatro años, en otro reportaje electoral en La Rosaleda, el alcalde y candidato del PP corrió la banda con el balón casi pegado al pie. Esta vez quiso imitar a Jesse Owens sobre la pista. Empeñado en demostrar que la edad no es ningún argumento político, se ha convertido en el Sean Connery del PP. Igual estas elecciones le llegan un poco tarde, pero sigue siendo carisma puro. Con una mirada entre penetrante y amigable conquista la cámara. Sin kilt, pero con traje posa con estoicismo y tranquilidad. Sigue siendo el mejor situado en todas las encuestas. Además de una mayoría amplia, pide crema solar para un cuerpo que ya está hasta redesayunado y que si no fuera por su agenda tan apretada, seguro que se hubiera lanzado a una carrera.

María Gámez vino elegante y con amplia sonrisa. Vestida de verano y escasa de bisutería. Prosigue con su modus operandi que le permite moverse con naturalidad ante el objetivo. «Ahora voy bien, pero me tendrías que ver al final de la jornada», tira de mueca cómplice. Gámez es disciplinada y obedece al fotógrafo, que da instrucciones precisas sobre cómo ha de colocarse. Salvo cuando le pide que se ponga en posición de salida. Los vestidos en cuerpos semiflexionados juegan malas pasadas. Con ella, su jefe de prensa, Francisco Quintero. De vez en cuando le susurra al oído. Como un mentor a su púgil. «El domingo sal ahí y gana La Casona. El PSOE en el Ayuntamiento de Málaga es hollar cimas nunca alcanzadas. Hagamos historia otra vez». Algo así podría ser el mensaje.

Candidatos por primera vez

Juan Cassá quiso llegar a la cita con ropa deportiva, pero se le convence de lo contrario. Sería el conteniente a adular. Por eso de ser la posible palanca hacia un futuro gobierno. Pero no. El primer saludo entre él y el alcalde se produce con cordialidad pero sin excesos. No se trata de dar concesiones competitivas y el alcalde ve en Cassá los concejales que le pudieran faltar para la mayoría absoluta. De hecho, durante la campaña electoral no han cruzado palabra alguna, saludo o debate, después de que el candidato de Ciudadanos rechazara la invitación de la Cope a un cara a cara con Francisco de la Torre. Pero para ser su primera campaña se le notó tranquilo sobre el tartán, quizás porque las siglas de su partido le dan un plus de ventaja.

Eduardo Zorrilla parecía algo cansado, pero es una impresión pasajera. Con su habitual tranquilidad se muestra animoso y esperanzado. Las encuestas, como las plusmarcas, están para eclipsarlas.

Ysabel Torralbo esboza ligeras quejas sobre el ritmo de campaña. Aunque está acostumbrada a asambleas que sobrepasan las 24 horas, le aguarda un día intenso. Hay mítines. También reuniones con colectivos. Pensaba que iba a tener el día libre y reconoce que la exposición mediática empieza a aburrirla un poco. Quería pasar el día con su hijo pero, incluso, cabe la posibilidad de tener que dar en la misma zona un paseo en bici. Todavía no sabe que hay plenos que son como un bocata de polvorones de camino a la cama.

Marcos Paz parece el más ansioso por salir corriendo. Encarna la utopía. A ese velocista blanco que, de repente, se ve rodeado de fibra y perfección anatómica procedente del continente negro.

La anécdota del día la protagonizaron unos aspersores. Recordando la famosa escena de aquel Camp Nou escupiendo bilis de impotencia, saltaron sin previo aviso. Los susurrantes látigos de agua impidieron una foto de familia sobre el césped de todos los candidatos.

Con el carrete lleno, Pepe del Río, edil de la zona, propone festivo tras la sesión de fotos. Pero la campaña es inflexible. Salvo en su jornada de reflexión de hoy.