Imagínense un colegio mayor donde en lugar de estudiantes conviven jóvenes empresas del campo de la innovación que reciben, durante un plazo que oscila entre un máximo de tres y cinco años, asesoramiento para elaborar su plan de negocio, contactos que les ayudan a buscar sus primeros clientes, un espacio de oficinas y salas de junta para celebrar reuniones, mediación para acceder a ayudas públicas e incluso un desayuno mensual común donde los veteranos dan la bienvenida a los nuevos emprendedores. Todo a un precio de alquiler mucho más competitivo que el que podrían encontrar en el mercado. Tendrán entonces una primera idea de la labor que desarrolla la incubadora de empresa BIC Euronova de Málaga, que trabaja desde hace 20 años en el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) y que durante este tiempo ha sido la cantera de la que han salido empresas como Ingenia, AT4 Wireless, Novasoft o Aertec, hoy santo y seña de la tecnópolis. El BIC tiene incluso un club de «antiguos alumnos» donde participan muchas de estas empresas, animando a los nuevas que llegan. La incubadora ha forjado a lo largo de este tiempo a más de 300 firmas y a 3.500 emprendedores, con una exitosa tasa de supervivencia empresarial del 75%.

Al 70% de ocupación

Desde 120 euros al mes, un grupo de emprendedores con una idea brillante -y, por supuesto, también viable-, puede instalarse en un oficina del BIC para dar sus primeros pasos con una tutorización completamente profesional. Incluso hay opciones más asequibles como el coworking -donde por 80 euros mensuales el emprendedor cuenta con una mesa de trabajo en una oficina compartida- o la incubación virtual -en la que la persona trabaja desde casa y sólo paga 50 euros por los servicios-.

La crisis, desde luego se nota, según reconoce el director general del BIC de Málaga, Álvaro Simón de Blas. Si la incubadora del PTA ha vivido épocas de ocupación máxima del 100% y lista de espera a la puerta, la cosa está ahora mucho más calmada. El BIC Euronova cuenta actualmente con unas 40 empresas instaladas, lo que representa un 70% de su capacidad máxima, y las empresas noveles que antes ocupaban espacios de más de 100 metros cuadrados ahora prefieren oficinas más modestas de entre 50 y 70 metros.

«Sigue habiendo muchos emprendedores, pero todo es a menor escala. Antes en una empresa había cinco emprendedores; ahora son dos y lo primero que te piden es un espacio más pequeño y asequible (el alquiler del metro cuadrado es de 4 euros al mes). Además, las empresas que tenemos en incubación tampoco están creciendo lo suficiente por la crisis, y no te piden el paso a una oficina más grande», comenta.

La crisis, efectivamente, está reduciendo el tamaño de las empresas que se fraguan en el BIC y, lamentablemente, obligando a algunos a abandonar las oficinas para pasar al modo de incubación virtual desde su propio domicilio. «Tenemos unas 15 personas en esa modalidad», apunta.

El principal problema para un emprendedor -además, claro está, de la caída generalizada de la actividad económica- es, por supuesto, la falta de financiación por parte de los bancos.

«Los bancos han dejado de ser bancos. Han abandonado su cometido de dar crédito a quien lo necesita. En el caso de los emprendedores no hablamos de cantidades muy altas. Estas personas necesitan préstamos de entre 30.000 y 100.000 euros. Antes se los daban pero ahora no, aunque se demuestre que el proyecto es bueno. En todo caso, el banco está renovando pólizas de crédito al emprendedor que ya las tenía concedidas pero ¿haciendo nuevas?, muy pocas», señala.

«Bajar los pies a la tierra»

La alternativa que utiliza el BIC en estos casos es solicitar para sus emprendedores fondos de la línea Enisa, la firma de capital público adscrita al Ministerio de Industria que concede préstamos sin necesidad de garantía y a un interés de euríbor más 2,5 puntos, con importes de entre 30.000 y 75.000 euros. La exigencia previa para el emprendedor es que recurra a fondos propios -algún préstamo familiar o a la inversión de alguna empresa- para poner entre el 15% y el 25% del capital total del proyecto.

Y es que aunque el talento sea el principal arma de un emprendedor, el tema del dinero no puede nunca dejarse al margen. De hecho, en el BIC tienen que ponerle los pies en la tierra a muchos que llegan con un plan de negocio «demasiado optimista», con un nivel previsto de ventas muy difícil de lograr y sin tener en cuenta problemas tan actuales como la morosidad de los clientes.

«La mayoría de empresas que tenemos en la incubadora no venden a clientes finalistas sino a otras empresas, y deben saber lo complicado que está el mercado hasta para que te paguen de inmediato por tus trabajos. En esto y en todo, el emprendedor tiene que dejarse aconsejar por nosotros, aunque lo que le digamos no sea una imposición», explica Simón de Blas.

En el BIC se dan casos también muy curiosos, como el hecho de que haya empresas que, a pesar de que llevan meses constituidas, aún no hayan hecho ninguna venta ni tengan un solo cliente, aunque en la incubadora nada de eso sorprende y se defina como una «fase de rodaje» a la que enfrenta toda empresa, y más con un mercado en crisis. En estos tiempos, el BIC también está desarrollando una estrategia de aproximación a la colonia de extranjeros residentes en la Costa del Sol, como es el caso de los rusos, para estudiar sus posibilidades de inversión en las empresas de la incubadora.

Preside la red EBN con 250 BIC en Europa, ¿qué supone?

Es otro reconocimiento para Málaga, que ya tiene la sede de colectivos tecnológicos como la APTE o la IASP. Igual nos pasa que se valora esto más fuera que dentro, pero lo cierto es que a este nivel somos un referente europeo. Y esta presidencia será un escaparate para el BIC de Málaga.

¿Qué reto asume en la EBN?

Presionar e influir para que la I+D+i siga siendo importante. Los fondos estructurales 2014-2020 van a pedir a cada país una «especialización inteligente» y España debe apostar por la agroindustria, la biomedicina, las TIC o la aeronáutica. También por el turismo si se introduce el valor añadido.