­Rosa Chicón fue una mujer avanzada para la época y con tan solo 21 años, a principios de la década de los ochenta, montó su propio negocio. Una heladería en el número uno del Camino de Colmenar que sacó adelante y continúa hoy en activo.

El conocimiento sobre el sector tras cinco años como empleada en una heladería de la ciudad le valieron para dar un paso más y crear Artesol.

«La idea era mezclar los helados artesanos y el clima. Antes no se fijaba uno tanto en el tema del marketing», detalla. Este año es su treinta aniversario y recuerda cómo surgió la idea de poner ese nombre, una palabra que hace un guiño al clima de Málaga y entremezcla con la fórmula que tienen para hacer cada uno de sus helado: de manera artesanal.

Mantecado, crema tostada, chocolate, limón, tutti fruti, mora y algún sabor suelto más eran los que se podían solicitar cuando abrió sus puertas pero poco a poco se ha reinventado y ha introducido propuestas más novedosas hasta alcanzar una treintena de posibilidades. «Creo en lo que hacemos y solo tengo aquellos sabores que podemos elaborar». Esa es una de las premisas de Rosa, todos los sabores que tiene están elaborados de manera artesanal y no quiere desviarse de esa línea. La filosofía de su negocio es la misma que hace treinta años y el concepto de heladería tradicional es su seña de identidad. «Nosotros hacemos helados de y no helados con sabor a», es una de las frases con las que resume Rosa el por qué de no introducir más sabores.

Los niños que iban durante los primeros años del negocio ahora se han hecho adultos y acuden a Artesol acompañados de sus pequeños. Un comercio con una clientela fiel a la que acuden familias de generación en generación. «Sin ellos no sería posible nada de esto», agradece la propietaria.

Los batidos al estilo «antiguo» son una de las especialidades de la casa. El blanco y negro con horchata hecha con leche merengada y la bola de helado del sabor que más guste, es una de las opciones más solicitadas por los que se dejan caer por el lugar. Conocen su sabor y saben que es irrepetible.

Ahora están en plena temporada alta. Desde marzo hasta finales de octubre trabajan a destajo durante todo el día y Artesol reparte y litros y litros de helado.

Un helado artesanal, sin aditivos, que se basa en el cariño, la constancia y el esfuerzo por ofrecer el mismo producto que en sus inicios y con la misma ilusión del día que comenzó, hace ya, nada menos que, treinta años.