El sábado por la noche en el Alameda se escuchó desde el público a un aficionado que entre las toses de Miguel ´el Ciego´ y los «¡qué-guapostá, niño!» afirmaba que «escuchar es un arte», tanto más en el COAC. Las preliminares se prestan a que las familias y amigos de los grupos que cantan esa noche se pongan estupendos y lancen bellas loas a sus queridos artistas. Eso es precioso, a mí me encanta escuchar a esa novia orgullosa, a ese padre al que se le cae la baba, a esa madre de voz agudísima diciéndole a Paco que se ponga bien el fajín. Pero, por favor, cuando empiece el punteíto, shhhht. ¡Vamo a ´escuchá´!

Escuchar es un arte en todos los sentidos. Lo es porque en el Alameda tienes que escuchar atascos en la avenida de Andalucía en forma de murga y respetarlo. No pasa nada, las preliminares tienen eso. Lo mejor de estar sentado en el teatro es dejarte sorprender y ver como una comparsa de debutantes demuestra tener esa calidad que hay que exigirle a más de uno, aunque solo sea por vergüenza. Pero es maravilloso saber que cuando se suba el telón vas a tener a un grupo que va a echarlo todo, como pasó en la noche del sábado. Leer que la siguiente agrupación es la comparsa del Arroyo o la murga de Torremolinos te predispone a escuchar de otra forma. Es imposible no tener un juicio previo. Igual que cuando el jueves llegue la murga San Roque (los antiguos Libera-2)... Es imposible no tener un prejuicio. Saber escuchar un arte, un arte en el que muchos somos neófitos y que, seguramente, nunca lleguemos a aprender. Por intentarlo que no quede.