¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? En el tema que nos ocupa, ¿qué haces antes cuándo afrontas un nuevo proyecto con vistas a febrero, la letra o la música? ¿Es el tipo el que condiciona el repertorio musical o es la música la que moldea lo que pretendes representar? Sea como sea y dependiendo del modus operandi de cada cuál, lo que prevalece ante tanta disquisición previa es ella: LA MÚSICA.

Podríamos afrontar el debate de si nos enfrentamos a un concurso de letras o de coplas, pero hasta la modalidad menos musicada, el cuarteto, debe tener un ritmo que permita seguir el hilo en parodias o temas libres. El golpe mortal que te asesta una murga con "age" tiene que estar acompañado del soniquete típico/tópico que todos tenemos en la memoria con este tipo de agrupaciones. Y las pasiones que levanta la comparsa no serían las mismas sin pianos, quejíos, semitonos, coros, punteos imposibles, recortes ni platillazos bien metidos. Todo es ella y ella es todo: LA MÚSICA.

¿Cuántas moragas, casas rurales o incluso, cuántas tablas oficiales y oficiosas han sido testigos de quedarte en blanco en cuanto a letra pero el tarareo de la melodía ha sido tabla de salvación para el frustrado ejecutor? Ella te envuelve o te aleja del musical de 28 minutos que Don Carnal te permite disfrutar o sufrir. Ella también es culpable de lo pegadizo y lo insufrible. De lo absurdo y lo glorioso. Del dramón y la carcajada. De la tensión y el sopor. Ella es también corazón, vello de punta, pálpito, intuición, emoción y lágrima 'saltá'. Ella es la principal causante, casi sin darse cuenta, de lo que llamamos SELLO. Ese márchamo que, apenas dado el primer acorde, te hace reconocer sin lugar a dudas a la agrupación que presenta a Málaga sus credenciales. Ella es el combustible del que se alimenta la sala de máquinas, porque es así como se crean las tropas del Capitán Febrero. De atrás hacia adelante. Desde la percusión, pasando por la cuerda de guitarras, el grosor fundamental de la segunda, el papel justo y necesario del tenor, las primorosas octavillas y el triple tirabuzón trazado por el contralto. Todos a una. Cada uno a su voz. Sin correr, como lo tenemos ensayado. Nada puede salir mal. Pero en el colectivo en el que nos movemos, nuestra música es oído. Somos TODOS maestros del oído. Autodidactas que, embelesados por las malas artes de esta bendita afición, nos dejamos el alma, a veces la salud y siempre el dinero, para dar la nota perfecta sin aparentar ser imperfectos notas. Ya es hora de ponernos en valor porque, sin entender ni papa de solfeos clásicos ni leer más pentagramas que el que se te clave a la hora de recibir el pasodoble de medida, nos esforzamos en traer cada año más y mejores músicas que enriquezcan el ya valioso legado musical/carnavalero que poseemos. ¿Oído, maestro? ¡¡¡ Oído!!!