Félix Godoy, periodista malagueño, da el salto a la modalidad de la comparsa este próximo año tras haber sido murguista y cosechar el primer premio con Los De La Torre. Será el autor de la comparsa del Kara y competirá con Los Calleheros. Félix acepta el reto que desde Martes de Carnaval hemos lanzado esta semana. Le preguntamos si existe conservadurismo en la crítica o en el humor de las murgas, cuartetos y comparsas del Carnaval de Málaga.

"Nos la podemos tomar como una pregunta retórica. Existe. Claro que existe. No significa que todo el mundo sea cómplice ni que quien lo practique lo haga todo el tiempo y con todos los temas, pero hay muchos tabúes.

En Málaga sabes que no te puedes meter con la Semana Santa porque se te echa la gente encima y nadie quiere arriesgarse a perder el favor del público o de compañeros, porque es una obviedad decir que el carnaval está plagado de cofrades. Es sólo un ejemplo. Pero no creo que haya un lobby al que se le tenga más pavor.

También parece que hay que andarse con pies de plomo a la hora de mencionar a otros grupos o componentes. Para muchos es casi una herejía que nadie les nombre salvo que sea para una alabanza muy explícita, cuando un carnavalero debería de sentirse honrado de que alguien pierda un solo segundo de su vida en dedicarle una copla.

Eso es una muestra de lo cínicos, demagogos e hipócritas que somos a veces autores y componentes de grupos de carnaval. Vamos de adalides de la libertad de expresión, de azote del poder establecido, de voz del pueblo, pero… ¡ay del infeliz que se le ocurra hacer una crítica endogámica!

Además, en el carnaval creo que nos estamos contagiando de la epidemia de lo políticamente correcto y del ‘me la cojo con papel de fumar’ que se está extendiendo como la peste, siendo especialmente visible en las redes sociales. Eso por no hablar de la dictadura de las formas, siempre alerta para mitigar lo verdaderamente importante, el fondo de la cuestión.

Luego se da otro efecto, que pasa más a menudo fuera de la capital. Y es cómo se mide el decir cualquier cosa del político autóctono, que a veces es primo (como lazo familiar, no memo, que también podría ser) o amigacho. O tiene en su poder la la subvención de turno o el contrato que te hace el año y queda feo que les des una ‘hostia’. Pero ojo, que también puede pasar lo contrario, que el político sepa que más vale ‘darnos’ el chocolate del loro a que le pongan la cara colorada en forma de pasodoble con 200 o 300 paisanos en el teatro o auditorio de turno.

Pero el remate de los remates son nuestras propias pajas mentales de cómo funcionan los concursos, vistos siempre como una maquiavélica maquinaria con aires mafiosos en los que te castigarán si osas a llamar ciertas cosas por su nombre. Algo que a veces vive más en nuestras cabezas que en la realidad".