El disfraz, si hay alguna forma de catalogarlo, lo definiría como la piedra angular de esta fiesta y cuando me refiero a esta fiesta lo hago como al Carnaval en general. A nivel mundial. Si se le preguntara a alguien qué es lo primero que se le viene a la cabeza al oír la palabra carnaval, seguramente la primera palabra o imagen que se le vendría a la cabeza, de forma directa o indirecta, sería disfraz. Si nos paramos a pensar en cualquier carnaval que se celebre alrededor de nuestro planeta, todos, indistintamente de su historia u orígen, país, cultura o las formas de celebrarse, todos tendrían un factor en común, el disfraz. Ese factor en común que tiene el carnaval de Venecia, Río, Tenerife, Andalucía y tantos otros, es el único que ha prevalecido desde los orígenes de la fiesta mientras que lo que lo rodeaba ha ido evolucionando en forma de coplas, músicas, bailes, concursos, etc€ pero la esencia de convertirse en otro personaje durante unos instantes u ocultarse tras una máscara siguen siendo la base del carnaval.

Cada país tiene su estilo, por tanto una forma de disfrazarse característica pero centrándonos en el carnaval que nos atañe, el andaluz y más concretamente el malagueño, encontramos que por un lado y aún siendo poco secundada la costumbre de disfrazarse por el ciudadano de a pie en la fiesta dedicada a ello, éste lo hace teniendo la costumbre de disfrazarse de personas o personajes de actualidad (de Pokemon, el negro del Whatsapp) o usando clásicos atemporales (policía, enfermera o vikingo); y por otro lado, los grupos de canto que forman parte activa de la fiesta, éstos están condicionados cada año al tipo (conjunción entre el personaje que interpretan y el disfraz que le da forma) de modo que deben adaptarse a él. Aquí también hay una subdivisión entre modalidades: comparsas y coros (cuando los hay) y cuartetos y murgas, las dos primeras se conciben, a priori y salvo que el tipo lo requiera, mezclando la elegancia, el simbolismo, la metáfora, la magia, la heroicidad del personaje, el encanto o el misticismo, pero eso es mejor dejar que lo desgrane un comparsista, que vive el día a día de la modalidad. En las otras dos modalidades vemos nexos de unión obvios ya que ambas apuestan por el humor como base de su repertorio y por tanto un tipo acorde a ello.

En la modalidad de murgas en concreto es donde centraré mi particular y personal visión del mismo. El disfraz en la murga es algo tan diverso como estilos y grupos hay. Partimos de la base de que el tipo elegido por el grupo es el punto de partida y que lo esencial es escribirle a ese tipo un repertorio, podría decirse que el disfraz es prescindible para tal menester y no les quitaría la razón, todos hemos cantado cosas con ropa de "paisano" y hemos disfrutado mucho también, pero es indiscutible que sumarle a tu "personaje" y su repertorio un disfraz que lo materialice visualmente, además de útil, es necesario y complementario. Dando por hecho esto como base vemos como no existe un patrón o sistema unificado a modo de manual para "acertar" con un disfraz o que sea lo que se espera para dicho tipo ya que influyen muchos factores, a veces, la idea que se tiene en la cabeza de un tipo, cuesta llevarla a la realidad por diversos factores, la creatividad y la idea o diseño, pero todas vienen casi siempre condicionadas por el factor económico. Este factor intenta ser solventado por los grupos mediante el uso de su propio bolsillo o ayudas externas, recurriendo a conocidos o sastres de confianza para su elaboración que en muchos casos no suelen moverse por estos lares o decantarse por comprar en distintos tipos de tiendas, lo que me lleva a hacer una reflexión en voz alta, y es que es una pena que no se vea en ello un nicho de negocio para la ciudad ya que se mueve más dinero del que puede parecer desde fuera. Hay grupos que pueden salir con un presupuesto de 1000€ y otros superando los 6000€, evidentemente los grupos no siempre pueden asumir los gastos necesarios para lo que quisieran sacar, pero generalmente lo que se vende, en una tienda "especializada" o gran superficie "no tanto", deja muchísimo que desear y generalmente comercializan lo mismo con pocas diferencias. Las personas o empresas que puedan elaborar un disfraz al gusto son escasas, se disparan de precio o simplemente no se sabe dónde encontrarlas. Las hay, eso es evidente, pero es más complejo de lo que puede parecer porque entre sus labores profesionales no suele estar el carnaval. Ahí es donde entra en juego la búsqueda de alternativas a estos obstáculos, como puede ser la manufacturación propia o el reacondicionamiento de disfraces ya hechos.

De este modo el caballero don dinero puede condicionar el resultado de lo que imaginas como ideal para tu puesta de largo, pero cuidado, que no sirva esto de excusa, es solo un posible condicionante y digo posible porque también hay que contar con la habilidad en materializar el concepto, porque algo de lo que todos podemos hacer uso es de la imaginación y esta herramienta de creación puede suponer la diferencia más allá de presupuestos. Un alto presupuesto no te asegura un disfraz impactante o que represente bien al tipo, en ocasiones, lo que crees ideal en tu cabeza, cuando le vas dando forma no acaba siendo lo que pretendías o solo lo ves tú porque lo has ido madurando en ti, de igual forma, como vulgarmente se dice, con cuatro trapos y una forma sencilla de maquillaje se logra en ocasiones mejores resultados con inferiores inversiones. Hay matices en cuanto a los estilos de disfraz que van de la mano, muchas veces, del estilo del grupo, hay quien prefiere llenarse de "pegotes" que imiten cosas características del personaje en el que se inspiran, otros optan por la sencillez acompañado de dos coloretes en la cara que valen para todo y los hay que tiran de cierta sobriedad recayendo lo demás en el atrezzo, el cual aún no siendo esencial y no considerarse evidentemente parte del disfraz, hace que se redondee el tipo, que lo ubique de forma que a simple vista veamos una historia, una pequeña obra de teatro que ayuda a absorber mucho mejor y rápido al personaje y sientas que vives durante 28 minutos una pequeña película de humor. Existen muchos tipos y por extensión disfraces que quizás no hubieran sido lo mismo sin estar arropados por un buen atrezzo o puesta en escena.

Ante todo y ante la diversidad de posibilidades que hay, debe tenerse en cuenta una directriz, a mi forma de ver, esencial que es el respeto por el disfraz, por el tipo y por el público que va a verte. Dentro de las posibilidades hay que intentar hacer las cosas con cierto gusto, independientemente del resultado final, no ponerse lo que sea por salir del paso ya que cuidar esos detalles siempre suman, siempre ayudan e indirectamente crean la tendencia de mejora de los demás para que, en esa competitividad intrínseca del carnaval, se quiera rizar el rizo cada año para intentar impactar y subir el nivel también en este aspecto.

El "producto" final será valorado y juzgado siempre por los demás sin que vean o sepan lo que hay detrás de su creación, así que una vez que te enfundes en él deja atrás todo eso, disfrútalo, vívelo, compártelo con el público, déjate hacer fotos con la gente, desgástalo, hazle jirones, súdalo, mánchalo de maquillaje, mójalo calmando tu sed ya que su vida es efímera y ha nacido para, precisamente, hacer realidad esa magia por la que tú y los que van a verte os dejáis atrapar en una historia creada para tan particular uniforme de batalla.