«Viva Nuestra Señora de la Soledad Coronada». Por tres veces, el teniente de hermano mayor de la Congregación de Mena, Antonio de la Morena, levantó los «vivas» de los hombres de trono. Dos toques de campana retumbaron en el interior del salón de tronos del Sepulcro mientras todos los portadores, como un solo hombre, clavaron sus hombros bajo el varal. Un tercer toque de campana, a cargo del hermano mayor, Antonio González, levantó el trono de la Virgen de la Soledad Coronada. Comenzaba la procesión triunfal de esta imagen y el colofón de su coronación canónica.

Momentos antes, la Banda de Cornetas y Tambores de Jesús Cautivo había abierto la procesión interpretando Stabat Mater al pasar frente a la casa hermandad del Sepulcro, que tenía las puertas abiertas con el trono de la Virgen. El público se fue congregando, en gran número, por la calle Alcazabilla y Cister, preparándose para el paso triunfal de la Virgen de la Soledad.

El cortejo se formó con rapidez desde la calle Marqueses de Moya, justo en el lateral de la casa hermandad del Sepulcro. Poco a poco fueron saliendo las representaciones de todas las cofradías malagueñas de Pasión y Gloria, que presentaban su guión corporativo al pasar frente a la Virgen. Cerraban esta sección del cortejo las cofradías con imágenes coronadas, en orden inverso a la coronación. Con una salvedad. Cerró la Virgen de la Victoria, atendiendo además a la condición de patrona de la diócesis de esta advocación.

Le seguían unos 330 hermanos de la Congregación de Mena con velas, sobre los que llovieron «Aleluyas», con un cuadro de la Virgen de la Soledad y una poesía de Rafael de las Peñas.

Las representaciones de un centenar de mandos y marineros de la Armada, sacerdotes y de la junta de gobierno de la Congregación completaban el cortejo, rematado por un amplio cuerpo de acólitos que abría paso al trono de la Soledad. Tras Ella, la Banda de Música de La Oliva, de Salteras, que tras el Himno Nacional interpretó una de las nuevas marchas de coronación: Coronación de la Soledad, de José Antonio Molero.

A partir de ese momento comenzó la procesión de verdad. El trono de la Virgen de la Soledad Coronada transitaba por un recorrido nuevo, exigiendo a su equipo de mayordomos y capataces un esfuerzo extra en las curvas y maniobras. La primera, la salida, donde tenían que medir bien el giro de la calle Alcazabilla, o la entrada en Duque de la Victoria tras realizar la curva de Cister con San Agustín. El trono, sin embargo, avanzó en todo momento sin perder el paso.

Recreándose cuando tenía que hacerlo. Por ejemplo, con la espectacular petalada de la calle Cister, organizada por Mi Propio Sentir y que duró casi toda la marcha Soledad Perchelera, también de Molero. El palio, cubierto por una espesa capa de pétalos de claveles rojos y blancos, atestiguaba la intensidad de la petalada.

La saeta de Rufino Rivas frente a la Catedral o la petalada de la Cofradía del Rocío en la calle Strachan levantaron el trono y le dieron ese punto de diferencia de esta procesión sobre un Jueves Santo. La Congregación de Mena estaba de celebración y eso se notaba en el recorrido. Había ganas de procesión, relajación y felicidad. Era el mejor regalo que se podía hacer a la Virgen de la Soledad Coronada, que durante una noche reinó en solitario por unas llenas calles del Centro.

Momentos claves

La procesión de la Virgen de la Soledad Coronada vivió diversos momentos muy especiales, con gran significado y cariño mostrado por sus devotos o por otras cofradías. Ocurrió durante la petalada que organizó «La Galera», el submarino del trono de la Virgen, en la esquina de la calle Méndez Núñez con Juan de Padilla, donde además la Archicofradía de la Pasión había adornado una fachada.

Sin embargo, hubo dos momentos importantes, por la vinculación que supuso con dos advocaciones de la Soledad como la Virgen del Traspaso y Soledad, de Viñeros, con la que tuvo un encuentro en la calle Andrés Pérez, adornada para la ocasión. Allí esperaba la imagen titular de Viñeros la llegada de la Soledad Coronada.

También con otra Virgen de la Soledad, en este caso la que realizara Juan de Ávalos para la Congregación, se vivió un momento muy especial. Esta imagen es de talla completa y tono muy austero, que sólo procesionó tres años como titular de la Congregación y que se encuentra al culto en el convento de las Hermanas de la Cruz. Sin embargo, la cofradía la sigue teniendo en cuenta y durante los actos previos de la coronación canónica ha tenido un papel protagonista, reivindicándose como cotitular de la hermandad.

Esta imagen presidió un alter efímero frente a la casa hermandad de la Cena, donde llegó ya cerca de la una de la madrugada, lo que no impidió disfrutar de ese momento. Además, el trono había cambiado a sus portadores por el segundo turno de hombres de trono, que esperaban en la casa hermandad de Viñeros.

Junto al convento de las Hermanas de la Cruz se inauguró un mosaico conmemorativo, realizado por el ceramista Pablo Romero.