El halo de coronación es una obra de orfebrería gran impacto visual, que sigue un diseño de Fernando Prini y que ha sido ejecutado por el taller de Manuel Valera.

El propio Valera ha reconocido que es una pieza «de gran complejidad» en su ejecución, realizada en oro, lo que supone un elemento más de complejidad, pero también con un resultado final excepcional.

La cruz que remata el halo es uno de los elementos más llamativos del diseño y de la propia ejecución, por la complejidad que supuso la escalera y el sudario. Sin embargo, ha sido la realización de los querubines lo que más quebraderos de cabeza ha dado, en especial para soldar las alas a dos caras y tallar los rostros, lo que requirió de mucha pericia.

Este halo sigue el estilo barroco, con una estructura totalmente redonda y similar en tamaño al halo actual de procesión, que también fue dibujado por Fernando Prini. Consta de una cenefa ornamental quebrada, unida por festones, sobre la cual se sitúan por un lado doce soles con un hueco en el centro, simbolizando las doce estrellas que coronaban a María según el Apocalipsis. Cada uno de estos soles es portado por figuras de querubines, que son ángeles de cuatro alas.

Intercalados entre los ángeles se encuentran varios ornamentos florales con un gran simbolismo, como las flores de lis, muy presentes en todo el repertorio ornamental que acompaña a la Virgen de la Soledad, como recuerdo de la relación de la Congregación de Mena con la Casa Real.

Además hay pequeñas coronas rematadas en perlas y azucenas y festones que portan calas, una flor muy vinculada a la simbología mariana, ya que representa la pureza de la Virgen María. Como motivo central, rematando la pieza, la cruz con las escaleras y el sudario, símbolo de la Soledad de María, a realizar en azabache y oro.