Los hermanos de la Congregación de Mena vivieron ayer un solemne traslado de la Virgen de la Soledad hacia la Catedral. Un ensayo general de lo que será la procesión triunfal con la imagen ya coronada, aunque las previsiones anuncian una bajada de las temperaturas y la retirada del terral, dos buenas noticias que agradecerán integrantes del cortejo y público. No es para menos, ya que el calor asfixiante de la tarde disuadió a mucho público a acudir a la salida desde Santo Domingo. La tempranera hora de salida (siete de la tarde) jugó en contra de la presencia del público en el primer tramo del traslado, animándose conforme avanzaba la tarde y entraba el cortejo en las calles del Centro.

Había ganas de ver a la Virgen de la Soledad con una estética inusual. De estilo antequerano, con el manto sobre la cabeza y no con su habitual toca. El resultado fue excepcional, aunque no hizo olvidar la imagen tan personal y potente que se ha labrado la titular de la Congregación de Mena.

El traslado tuvo un carácter solemne, no exento de contenida alegría y nervios ante la ceremonia de coronación de esta mañana en la Catedral. La música, perfectamente ejecutada por la Sinfónica de la Trinidad, contribuyó a ese carácter, con marchas de corte clásico y con empaque. Consummatum est, Virgen de Montserrat, Virgen del Subterráneo, La Estrella Sublime, La Esperanza, Margot, Quinta Angustia o Soleá dame la mano acompañaron a la Virgen durante su recorrido. La elegancia del trono y los bordados de la Soledad de Antequera, que vestían a la imagen malagueña, casaban perfectamente con la elección musical.

El traslado también sirvió para vivir algunos momentos de mucho significado, como los toques de campana que dio el presidente del Consejo de Hermandades de Sevilla, Carlos Bourrellier, que siguió atentamente las indicaciones de cómo tocar la campana que le daba Antonio de la Morena, teniente de hermano mayor de Mena.

El amplio cortejo de hermanos contó con una representación de la cofradía antequerana de la Soledad, Quinta Angustia y Santo Sepulcro, que ha prestado el trono y el manto. La archicofradía de la Esperanza aprovechó el paso del trono junto a su basílica para entregarle a la Virgen su regalo de coronación.