¿Cuál es el hecho deportivo más llamativo de la historia de los Juegos Olímpicos? A cada analista le saldría uno. Porque estos no tienen por qué ser necesariamente un éxito de un deportista especialmente conocido. Se puede decir que esos son el motor de la leyenda olímpica (Spirodon Louis, Jesse Owens, Mark Spitz, el Dream Team, Usain Bolt, Michael Phelps...), pero el libro quedaría incompleto si no se recordaran las historias de superación, a las que la tradición le ha dado más valor del que, quizá, tengan los grandes fracasos o la gran anécdota.

Esta es una muestra de algunos de los momentos que ayudaron a cimentar el desarrollo del movimiento olímpico y, por extensión, del deporte mundial. Hay muchos más que merecerían el mismo tratamiento, pero no hay duda de que estos deberían estar sin excepción. Llama poderosamente la atención que el deporte llegue con pleno vigor al cambio de siglo. En Pekín 2008 se unieron dos acontecimientos imposibles: las victorias del nadador estadounidense Michael Phelps y las del velocista jamaicano Usain Bolt.

Si los éxitos fueran todos ellos limpios, la historia aún sería más agradable, porque también hubo algunos que se empeñaron en manchar el lema de citius, altius, fortius. La mayoría, sin embargo, forjaron la leyenda. Un pequeño ejercicio de perspectiva permite reconocer en estos momentos a deportistas que contribuyeron a hacer grande el mundo.

Clica para ampliar