Mostrar la cotidianidad de los centros penitenciarios a través de una historia coral de redención, amor, traiciones y sobornos, y a la vez derribar el muro de prejuicios que separa el mundo exterior del universo carcelario, ha sido la idea sobre la que el realizador Enrique García ha construido su primer largometraje, 321 días en Míchigan (escrito con tilde, como París o Los Ángeles). Para ello García no ha tenido que salir de su ciudad, ya que ha preferido hacer patria chica y contar con actores y técnicos locales. Esta reunión de talentos malagueños midió ayer sus fuerzas en la competición del Festival de Málaga, donde el filme recibió los aplausos tanto de la prensa como del público.

Estrena largometraje en el Festival de su ciudad, estrena rueda de prensa, estrena alfombra roja... ¿Se pueden vivir más emociones en un mismo día?

Estreno todo. Lo estoy viviendo desde la emoción y la ilusión más desbordante. Da mucho respeto y te genera mucha responsabilidad verte en una sala llena de profesionales que han visto tu película y que poseen una idea muy concreta de lo que significa. La rueda de prensa me ha generado mucho respeto porque ellos son la primera línea de público de la película. También me preocupa mucho el público de Alhaurín, porque me gustaría que se vieran identificados.

Llegar hasta aquí no ha sido una tarea fácil. ¿Tanto cuesta hacer cine en Málaga?

No es fácil. Es muy fácil rodar cortometrajes cuando dispones de cámaras, un equipo de edición y mucho arrojo. Aquí el arrojo ha sido un punto de partida muy valioso. Además, teníamos un cortometraje -el multipremiado Tres razones- que nos sirvió como carta de presentación. Pero, aún así, ha sido muy difícil que cayeran todas las piezas. Y no todo ha transcurrido a pedir de boca: ha habido un cambio de gobierno, un aumento del IVA, un par de giros de 180 grados en cómo queríamos enfocar la película...

Una de sus intenciones era mostrar la cotidianidad de las cárceles. ¿Tan distorsionada es la imagen que tenemos de los centros penitenciarios?

Los mismos reclusos se ríen cada vez que ven una película de género carcelario. Los clichés del muro, la reja, la alambrada y el funcionario en la torreta pervive en el imaginario colectivo.

Por las impresiones que ha recibido, ¿cree que su película logra que el público traspase ese muro?

Las sensaciones son que, si no se han metido en la cárcel, por lo menos sí que han convivido con los personajes como si estuvieran en las celdas con ellos.

El protagonista es un hombre pudiente al que se le trata como a uno más tras las rejas. ¿Este tipo de delincuentes no viven apartados del resto de presos, o eso es otro cliché?

Yo he visto a un concejal de urbanismo de Marbella darse paseos por el patio de la cárcel, en chándal y con sus cascos de música puestos. Y rodeado de internos que lo tratan como a uno más. Eso no me lo han contado. Eso lo he visto yo. Hay mucho interno de polito de marca en Alhaurín.

Aunque la privación de libertad no entiende de clases.

La cárcel es un lugar en el que te privan de estar con la gente que quieres. Es un sitio en el que te enteras de que tu hijo se ha caído por las escaleras días después. Y, además, no vas a poder hacer nada. Allí no eres libre de tus horarios ni de tus actos. Cuando te quitan la libertad, te pesa la condena, por mucho que te vistan de seda.

Por lo que dice, la estabilidad de los presos parece depender de su estabilidad externa.

Correcto. Así es. Cuando Isa Sánchez y yo escribíamos el guión nos dimos cuenta de que casi todos los elementos que alteraban el día a día de los presos eran elementos externos. A Carmona le daría lo mismo tener que enfrentarse con el Rubio si no tuviera que mandar.

Buena parte de los reconocimientos de su carrera como cortometrajista los ha recibido en este certamen. ¿Se considera un hijo del Festival de Málaga?

Soy un hijo de este Festival. Aquí recibí mi primer premio, por el cortometraje Café, en 2001. Con aquel premio, que recuerdo que me entregó Domi del Postigo, yo pensaba que ya me podía morir tranquilo porque me habían premiado en el Festival de Málaga. Y que ahora, trece años después, acuda a presentar mi primera película, es una alegría desbordante.