Debuta en el largometraje con Álex de la Iglesia como productor y concursando por la Biznaga de Oro. ¡Vaya inicio!

Estar en Málaga era parte de una fantasía obscena en la que pensé cuando comencé la película, cuando todavía no estaba Álex de la Iglesia, ni tenía presupuesto alguno.

¿No le ha pesado en nada tener un productor con un nombre tan conocido?

Fui yo el que quiso que en el cartel de la película el nombre de Álex de la Iglesia estuviera a igual tamaño que el mío y no más pequeño. Yo necesito su aval ante los medios. Además le admiro como profesional. Igual que él en su día necesitó a Pedro Almodóvar, que le dio su primera oportunidad, yo lo necesito a él. Nadie va a olvidar por ello que la película es mía. Además, Héroes del mal tiene un tono completamente distinto al de las películas de Álex de la Iglesia

Lo que también comparten es una manera distinta de hacer cine.

La verdad es que sí. Es una manera que hace diez años no era viable. Estar en un festival tan importante con este tipo de películas era entonces mucho más difícil. Ahora, gracias a la crisis, es legítimo hacer una película de bajo presupuesto, o empezarla sin dinero, y que tenga su oportunidad en sitios como Málaga, que siempre ha apoyado el cine independiente, como lo hizo con Stockholm, 10.000 Km y este año con la mía o la de Jonás Trueba [Los exiliados románticos].

¿La juventud que retrata la película es la juventud actual? ¿Son los jóvenes protagonistas los hijos de la crisis?

Este guión lo escribí hace diez años, antes de que hubiera crisis. La intención de la película no es reflejar una generación, ni un estatus social. Lo que pretende es tocar un tema universal, que es que siempre habrá maltratados y maltratadores. Y más en la adolescencia. Siempre habrá violentos adolescentes. El grupo, incluso en una clase de instituto, es el que decide quién es el marginado, la guapa, el feo y el malo. Y las personas se acomodan, con mayor o menor agilidad en esas posiciones.

El cine español, sobre todo el pasado año, parece haber recuperado la confianza del público, cuando hace poco era muy habitual escuchar eso de «yo no voy a ver una española».

Yo he sido uno de ésos. En muchos momentos me he sentido harto del cine español. Aunque, por suerte, siempre aparece una película que te devuelve las ganas de ver de nuevo cine español. Me molesta la marca del cine español porque lo que le caracteriza como marca es esa enfermedad. A mí lo que me gustan son las películas españolas que se salvan de esa enfermedad.

¿De qué está enfermo?

Está enfermo porque tiene que pactar con subvenciones y cadenas de televisión para acabar haciendo películas que contenten a todos, con lo que al final salen películas de nadie; esas películas que acuden a la temática social para obtener subvenciones pero que se presentan descafeinadas, para todos los públicos: para la abuela, el papá y el niño. No me cuadra que se haga denuncia social a través de comedietas para todos los públicos. La denuncia social debe incomodar, por lo que creo que aquí se está produciendo un cine que considero escatológico. No tengo nada en contra de las comedias de corte social, si se trata del tono intencionado de la película, que respete la integridad de la película... Lo que me parece inadecuado es el oportunismo de las películas que pactan con todos por motivos de financiación. Porque eso las convierte en bodrios.

¿Pero no cree que ahora se están haciendo mejor las cosas?

Por suerte hemos vuelto a tener cine de género y a recuperarnos del daño que hicieron las subvenciones, del daño que hizo Pilar Miró hace treinta años, que destruyó por completo las expectativas de que se hiciera cine privado. No nos engañemos: el cine que se hacía hace treinta años no era para que le gustara al público, sino a los comités que daban el dinero de las subvenciones. Porque ya nadie esperaba hacer taquilla. Y eso es lo que tiene que cambiar con la ley.

Dos jóvenes promesas malagueñas

El trío protagonista de «Los héroes del mal», compuesto por Jorge Clemente, Beatriz Medina y Emilio Palacios, posee un claro acento malagueño. Medina, aunque nacida en Badajoz, vino a vivir a Málaga con tan solo un año de edad. Aquí residió hasta los trece, por lo que se considera malagueña. El que sí nació en Málaga es Emilio Palacios, que inició sus estudios en la Escuela Superior de Arte Dramático de su ciudad.