La deudaDirección:

Barney Elliot

Intérpretes: Stephen Dorff, Carlos Bardem, Alberto Ammann, David Strathairn.

No hay mucho que reprochar a una película tan meliflua como 'La deuda'La deuda'. Se sitúa en tal punto de corrección, y hace todo lo posible para no abandonarlo, y resulta tan transparente en sus obvias y ligerísimas elucubraciones sobre el feroz capitalismo y sus secuelas humanas y sociales que el espectador no puede siquiera reaccionar con algo parecido a una emoción, tampoco con la fácil ira. El director y guionista, Barney Elliott, juega sobre seguro en una cosa bien intencionada que no comete más pecado que el de no equivocarse... Aunque, quizás, éste puede ser el peor pecado de todos.

Todo sigue las reglas de ese cine made in laboratorios de guión, talleres de desarrollo y ese tipo de iniciativas de los off de festivales de cine -Elliott hizo un primer tratamiento del libreto en Cinefondation de Cannes, luego lo desarrolló en el Binger Filmlab de Amsterdam...-. Nada en contra de esta forma de levantar un proyecto, siempre y cuando no conduzca el largometraje resultante a un academicismo fofete y sosainas. Porque Barney Elliott ha debido de estudiarse de cabo a rabo los guiones de Stephen Gaghan -Traffic, Syriana-, como muestra su afán por abordar un hecho, un problema desde múltiples perspectivas, desde la de los líderes del cotarro hasta la de sus víctimas cotidianas, pero por el camino se le perdió el nervio, la garra y el puñetazo; cosas fundamentales si de lo que se trataba era de filmar un thriller político, que es como, supongo, este hombre fue vendiendo su proyecto en los pitchs de los film markets de medio planeta para conseguir financiación de aquí y acullá... Debe de ser persuasivo Elliott -la respetada productora Christine Vachon le dio luz verde- pero a mí, por lo pronto, me debería convencer de cómo se puede hacer un thriller político sin acción ni tensión ni tampoco política.

Para cuando en el tramo final, al realizador le entran las ínfulas de Michael Mann -conocen su fórmula: música new age y primerísimo plano ultraestetizante de una persona en un dilema intenso-, el bostezo condescendiente ya es sustituido por una sonrisa de mala leche, leve, eso sí, como el propio filme.