Los aproximábamos a la edición número dieciocho del Festival de Málaga.Cine Español con cautela y alguna que otra exigencia. A un certamen que ya cumplía su mayoría de edad había que pedirle lo que se le suele demandar a un adulto, con los derechos pero también los deberes de su recién adquirida ciudadanía. Porque hasta ahora, ha sido un adolescente muy cumplidor, caracterizado siempre por las ganas de agradar a todo el mundo; quizás demasiadas, hasta el punto de que, en algunas ocasiones, pareciera más dispuesto a complacer que a cumplir ciertos mínimos de personalidad exigibles a un festival. Y llegaba la hora de demostrar que puede valerse por sí mismo, que tiene actitud y valores para justificar su autonomía de criterios. Y ahí es donde la cosa se ha complicado...

Pero vayamos primero a lo positivo, a lo que se ha andado este año. En este sentido, la implicación con Málaga, con la ciudad y sus creadores, sigue intensificándose de forma notable. Qué lejos quedan aquellos años con protestas de tantos actores y gestores culturales locales a las puertas del Teatro Cervantes, en plena alfombra roja, para exigir una porción del pastel de la atención del Festival de Málaga. La celebración, por primer año, de la gala Málaga Cinema ha contentado a los talentos locales y les ha hecho un hueco en las veladas de pompa y boato. Una decisión acertada, que si no termina animando a los creadores lo cierto es que sí les impide quejarse de una marginación del certamen. Pero el chauvinismo sólo está bien si está acompañado de sentido crítico. Y aquí toca hablar del MaF, el Málaga de Festival que preludia la cita cinematográfica: es contraproducente reírle las gracias a cualquiera que proponga casi cualquier cosa; la cuestión no es satisfacer egos ni bajar listones, sino utilizar el talento local para pergeñar una agenda de interés. Si con ese criterio de calidad no se llega a más de 100 actividades, pues no pasa nada, pero programar por programar a veces te lleva a unas aguas algo pantanosas.

Y por ahí va el principal problema que ya se empieza a detectar en el Festival de Málaga.Cine Español a nivel global. Crece, sí, pero a lo ancho, no lo alto. Cada vez más secciones, cada vez más películas, cada vez más premiados, cada vez más propuestas pero... ¿Contrastadas? Da la sensación de que el certamen está sobredimensionado, de que sus medidas no están proporcionadas con lo que realmente ofrece la industria que trata de reflejar.

Y luego hay errores de concepto importantes: que un producto como 'Cómo sobrevivir a una despedida' haya formado parte de la competición del certamen da cuenta de que en la relación con Antena 3 los términos de mutualidad están descompensados. Insisto: la mayoría de edad, la veteranía, sólo sirve como stock de experiencia que te permita esquivar errores cometidos y elegir con más tranquilidad y calma, imponiendo tu criterio, intentando tragarte la menor cantidad de sapos posible. Por todo ello, que se conozca al de Málaga como 'el festival de Antena 3' no deja de ser algo, hasta cierto punto, lógico y comprensible. Y porque a veces el certamen parece una sucesión de preestrenos con afán simplemente promocional, jamás disfrutaremos de las ventajas asociadas a una programación exigente y con rigor.

Timón

Juan Antonio Vigar, el tercer director de la cita en lo que va de historia, está cumpliendo lo que prometió al asumir el timón: "Más cine, más Málaga". Ése fue, digamos, su eslogan de gestión, y a fe que lo está ejecutando. Ojalá ahora añada más elementos a la ecuación. Porque, con la estrategia seguida hasta, como daño colateral, se está cayendo en cierto tono correcto pero anodino, algo sosete y aburrido, sin capacidad de sorpresa alguna. Como he escrito alguna vez, ojalá el Festival se contagie un tanto de la etimología de su palabra -fiesta- y recupere ese fulgor, ese brillo, ese color de aquellas ediciones de los años de Salomón Castiel en que todo resultaba más incatalogable -¿se acuerdan de esa intentona de programar películas porno nacionales en un off? ¿De cuando vino Nacho Vidal?-, sorprendente -para bien y para mal- y pujante. Quizás esto sea parte de crecer, de llegar a la vida adulta, el acomodarte y hacerte previsible, pero, ¿por qué no intentar luchar contra ello? El Festival de Málaga necesita, desde ya, de pequeñas revoluciones de contenidos y de formas de presentarlos, dejar de depender, hasta cierto punto -al fin y al cabo, se nutre de la cosecha de la producción nacional- de los vaivenes de la industria y exhibir cierta autonomía. Porque si no, si no se le echa imaginación a la cosa, lo único que seremos es un "Esto es lo que hay" del cine español -puntualicemos: de cierto cine español, el que no tiene posibilidades de ir a San Sebastián o competir en certámenes extranjeros-.

Sé a ciencia cierta que hay mucho corazón y cerebro puestos en el Festival de Málaga.Cine Español. Ahora apliquémoslo a una dirección, un sentido más exigente y menos complaciente.