Curiosamente, la película es muy colombiana pero a la vez absolutamente universal. ¿Era ésa una de tus preocupaciones, de tus objetivos: hacer una película sobre un tiempo, un país pero, sobre todo, su gente y hacerla de manera accesible para personas de todas las otras partes del mundo?

Uno de los grandes temas que me han preocupado a lo largo de mi vida es tratar de entender por qué somos un país tan violento. En Colombia tenemos una gran tradición de guerras civiles y hasta la fecha creo que el país no ha podido reconciliarse con su herencia de odio. Por eso, creo, como se dice, que al hablar de tu aldea, estás hablando del mundo. La violencia es inherente a los seres humanos, y tal vez en eso radica su universalidad. La película describe la guerra desde la perspectiva de las víctimas y, en ese punto, sí tuve la clara intención de filmar una historia que pudiera ser vista en muchas latitudes con la intención de reflexionar más sobre el origen de la violencia más que la violencia misma. En cualquier guerra o conflicto es necesario rescatar la voz de los vencidos.

Un aspecto interesante del filme es que el conflicto y la violencia son un telón de fondo, aportan contexto pero no son protagonistas. Abordas, de alguna manera, el conflicto colombiano desde el punto de vista de las víctimas colaterales, las que no toman partido ni bandos, algo poco habitual. ¿Lo hiciste así precisamente por eso, porque no es habitual?

En mi país, sobre todo en el mundo de la TV, a la hora de contar historias se ha privilegiado la figura del victimario. Al igual que en la realidad, pareciera que las víctimas no tienen voz. Sin embargo, quería rehuir el lugar común, apartarme de la violencia gráfica, y profundizar en las razones que la generan. Por eso, Rosana y Hermelinda, las protagonistas de la película, representan esa cara desconocida de la violencia. gente inocente, generalmente campesinos olvidados por el estado, que padecen con todo el rigor, el dolor de una guerra ajena.

En muchas culturas, la vaca simboliza la Naturaleza, la fertilidad, la abundancia. ¿Qué representa o significa Corina en tu película?

Cuando escribí el guión no pensé en ningún tipo de metáfora para la figura de Corina, la vaca. Entre las disputas permanentes de las protagonistas, descubrí que necesitaba un catalizador, ya que el viaje y los diálogos de las dos mujeres por momentos me resultaban repetitivos. Así que un día descubrí que Corina podría ser una protagonista más. Algunos han tratado de ver en Corina una imagen de mi país, un ser que a pesar de las dificultades impuestas, termina por sobrevivir por sobreponerse a la adversidad en medio del conflicto.

"Todos tenemos algo que esconder". Es la frase publicitaria de 'Dos mujeres y una vaca'. ¿Qué esconde Colombia?

Creo firmemente que en la configuración del relato de mi país hay demasiadas historias de venganza e injusticia, es un elemento con el que hemos crecido varias generaciones. Desde que soy un niño, vengo escuchando sobre masacres, desplazamientos, impunidad... La gente se ha ido acostumbrando a vivir en medio de la guerra y en ocasiones se asume como parte de la cotidianidad. Por eso ante la ausencia del Estado, la gente termina tomando la ley por mano propia, cada cual defiende su verdad y las historias de odio y venganza pululan. Y a veces, de víctima se pasa a victimario, porque cada quien justifica su accionar.

El filme es también una reivindicación de la mujer, como una fuerza de la naturaleza que todo lo puede. Si la película fuera 'Dos hombres y una vaca' me imagino que resultaría muy diferente, ¿verdad?

Creo que en la historia de mi país las mujeres han aportado y tienen mucho que aportar. Los hombres han aportado el caos y el desorden y la guerra y son las mujeres las que terminan organizando la casa, como la Úrsula Iguarán en 'Cien años de soledad'. A lo largo de mi vida he visto que las mujeres son las verdaderas heroínas de la historia de mi país: las viudas, las madres cabeza de hogar, las supervivientes que mantienen el sueño y la esperanza de que algún día podremos vivir en paz... No es gratuito que en la película el recién nacido sea una niña, una niña que representa la esperanza y la pureza en medio del conflicto.

La carta es el 'macguffin' de la película, pero sirve para poner en marcha la historia y revelar uno de los handicaps del mundo rural colombiano: los altos índices de analfabetismo. ¿Querías llamar la atención sobre ello, reivindicar la necesidad de una acción cultural en el campo?

El tema del analfabetismo sigue siendo muy fuerte en Colombia. Algunas personas, tras ver la película, me reclamaron diciéndome que no es verosímil que aún en pleno 2016 haya gente que no sabe leer y escribir. En Colombia el número de analfabetas supera los 2.5 millones, un porcentaje alto. Y otro gran número corresponde a lo que se denomina analfabetismo funcional, es decir aquellos que aun sabiendo leer y escribir no lo utilizan de manera eficiente. Pero mi preocupación va más allá, tiene que ver con la incapacidad de algunos seres para no poder 'leer' su realidad. Leer significa comprender y decodificar nuestro entorno para poder explicarlo y luego interpretarlo. Si no podemos entender las razones del odio y la violencia, seguramente tampoco podremos comprender las razones del perdón.