Hablaban el otro día varios responsables de 'Toro' sobre lo difícil que es lanzar una película "diferente". Supongo que el "como la nuestra" estaba implícito en una frase sobre un filme con el actor español que ha resucitado el fenómeno fan, que cuenta con el beneplácito y el empuje de una cadena de televisión y que depreda el estilo de quien creó una cinta que ya se encuentra instalada en la iconografía popular contemporánea ('Drive', Nicolas Winding-Refn). "Diferente". Bien. Pues, en mi opinión, para mí "diferente" es una película como 'La punta del iceberg', siendo, paradójicamente, absolutamente convencional en buena medida.

Curioso: en un país con históricamente unos niveles de paro brutales su cine ha sido mucho más certero e interesante al reflejar cierto empleo y sus condiciones -estrés, deshumanización y sus consabidos etcéteras- que en el del desempleo. En el Festival de Málaga ya hemos visto ejemplos más o menos notables de ese subgénero, el de películas con la oficina como pandemonio contemporáneo: 'Smoking room' (Julio Wallovits y Roger Gual), 'Bienvenidos a Farewell Gutmann' y 'A puerta fría' (ambas de Xavi Puebla, un talento dolorosamente infravalorado). Siendo la más gris y, como dirían los anglosajones, 'by the numbers' de todas -esto se puede emitir perfectamente en una sobremesa televisiva-, 'La punta del iceberg' puede auparse a ese singular canon sin demasiados problemas. Pero eh, eh, nada de hipérboles ni hagiografías aquí: no hay ni un átomo de brillantez ni un momento de deslumbre en la cinta, que, además, se quiebra al final, cuando la corrección y la falta de arrojo imposibilita una conclusión más, digamos, contundente o climática.

Hasta entonces, precisamente esa conformidad con las normas menos estridentes del guión y la puesta en escena había llevado en volandas la película. David Cánovas despliega una puesta en escena precisa y exacta, sin alardes, al servicio de una trama cero sorprendente pero que, eureka, consigue apretar lo que abarca, sin tomar desvíos ni carreteras secundarias. Todo cortito y al pie, algo nada habitual en un cine como el nuestro. Si en vez de David Cánovas la hubiese dirigido Kike Maíllo, al recibir el guión de 'La punta del iceberg' se habría visto mil veces 'La question humaine' (Nicolas Klotz) y habría terminado haciendo una película española que no quiere parecer española pero que termina siendo un simple remedo de cine de autor francés; afortunadamente, Cánovas sabe que esto tiene más que ver con productos tipo 'The Firm' (Sydney Pollack) que con otra cosa y no se avergüenza de ello.