Aunque asegura que tenía muchas ganas de hacer comedia, al parecer no ha sido fácil para la directora, Inés París, extraer su lado más alocado...

Inicialmente, Inés planteaba en el guión una situación muy creíble, pero es verdad que en muchos momentos de la película nos lleva a los extremos. Y en esos extremos es donde se requerían momentos de locura. Por eso comencé a plantearme a mi personaje como alguien bipolar capaz de sentirse deprimidísima en la cocina y liársela a su marido [Eduard Fernández], y a los dos segundos salir con una sonrisa de oreja a oreja llevando una fuente de ensaladilla rusa para sus invitados.

Estas situaciones ayudan a jugar con el desconcierto del espectador, que incluso se siente varias veces engañado durante la película.

Sí, pero se siente engañado porque cada uno de los asistentes a la cena acude con un objetivo. Objetivos que después se desvirtúan totalmente.

Su personaje es una actriz que juega con la realidad y la ficción hasta el punto de confundir lo uno con lo otro. ¿Se dan estos casos entre los actores?

Cuando estás en un entorno normal, con tus amigos o tu familia, no. Pero cuando estás en pleno rodaje, sí que hay momentos en los que te dejas llevar y en los que uno piensa si podría hacer lo que hace su personaje.

No son pocos los actores que se llevan su personaje a cuestas y que lo viven más allá de las cámaras.

Eso también depende de las condiciones. En este caso, la película se rodó en Valencia. Todos nos trasladamos allí y dejamos nuestro entorno. Rodábamos en una casa, desde las cinco de la tarde a las cinco de la madrugada. Y todos estábamos en el mismo hotel. Cuando nos despertábamos por la mañana y bajábamos a desayunar, seguíamos con el tema y le dábamos más vueltas a los personajes. Fue como una especie de Gran Hermano.

¿Cree que los éxitos de taquilla que está cosechando el cine español en los últimos años se debe a un hecho pasajero?

No. Creo que este éxito ha venido para quedarse. Y es una pena que no se le haya dado la importancia que tiene a todo el cine anterior que se ha hecho. Creo que la admiración a nuestra cultura se tiene que dar desde que los niños están en la escuela. Nuestra cultura es muy importante y hay que protegerla. Y protegerla a todos los niveles. A nivel económico, cuando se va a levantar un proyecto, y a nivel emocional también, porque estamos contando nuestras propias historia, aunque también tenemos creadores capaces de contar historias universales que no solamente interesa en nuestro país. Tengo hijas adolescentes y ahora sí les escucho preguntar por las películas españolas.

Y eso que no hace mucho se rechazaba el cine español en bloque...

Es más, no hace mucho, con El Orfanato, escuché a alguien decir: «¡Qué película más buena. No parece española!». Gracias a Dios no lo he vuelto a oír. De alguna manera, los únicos que podemos proteger nuestro cine somos nosotros mismos. Y no porque el cine no pueda protegerse por sí mismo, sino porque en España tenemos una cierta tendencia a darle palos a todo lo que sobresale. Tenemos directores maravillosos que fuera son admirados y que aquí no hacemos más que machacarles.

¿Cree que la calidad de nuestra ficción televisiva ha influido en este nuevo interés por las películas españolas?

En televisión se hace una ficción maravillosa que incluso se está exportando, algo que parecía imposible antes. Es cierto que han desaparecido ciertos tabúes, como diferenciar a los actores de televisión o de cine. Ya no se habla de eso. Pero también es verdad que la televisión hace que veas a los personajes muy cercanos, como a alguien más de la familia. Y de alguna forma, primero en sus casas y después en el cine, la gente se identifica con nuestras caras y nuestra forma de contar historias.

¿Qué opina del desencuentro político actual?

Qué triste... Esto daría para hacer una buena comedia. Por eso digo que la realidad supera muchas veces la ficción. Hemos elegido un gobierno en el que determinados partidos se tienen que poner de acuerdo para que sea realmente un gobierno de la mayoría. ¿Por qué la mayoría tiene que ser solamente un partido? Es una pena que no se haya alcanzado un acuerdo. Aunque queda muy poquito tiempo, todo pinta a que no va a haberlo. Es muy triste que tengamos que llegar a este punto.

También es triste que hayamos pensado que estábamos en manos de gente honrada y descubrir que no lo eran tanto.

Claro. Y eso, además, provoca una reacción de enfado en todos nosotros. Lo que provoca que incluso tus ideas cambien. Y eso no se debe permitir. Tenemos que seguir siendo una sociedad en la que lo importante sea que se reduzcan las desigualdades.