Reconoce que ha sido «la película más ensayada de la historia», ya que el filme El rey tuerto es una adaptación de la obra teatral homónima de Marc Crehuet, con la que ha estado más de dos años recorriendo escenarios de toda España. Su interpretación de un antidisturbios inconsciente, y un tanto surrealista, ya apunta alto para alcanzar el palmarés del certamen.

Se dice que ya huele a Biznaga.

No me digas eso, por favor.

Bueno, ¿han venido a competir, no?

Hemos venido a jugar, como decían en el Un, dos, tres. Lo cierto es que vas escuchando que a la gente le ha gustado la película y es doblemente emocionante. Cuando hacíamos la obra de teatro sí que teníamos esa reacción inmediata al salir de la sala, pero no estamos acostumbrados a que eso pase en el medio audiovisual.

Su personaje es un tipo con la cabeza muy cerrada al que, de repente, se le abre una puerta que le deja desconcertado. ¿Cree que descubrir otras realidades puede enriquecernos como personas o también romper con todos nuestros esquemas?

Cuando pasa para bien es una maravilla. A mí me ha pasado. En 2012 hice un viaje a Marruecos y conviví con familias en unos poblados en los que no tenían ni agua ni luz. La experiencia supuso un enriquecimiento personal que me abrió la mente. Llegué muy tocado de vuelta a Barcelona e incluso rehuía de mis comodidades cotidianas. Abrirse positivamente como persona está muy bien, pero cuando te pegan una hostia a nivel estructural, como le pasa a mi personaje, pueden aparecer casos de depresión, algo que se da en la policía y los cuerpos de seguridad. Un día abren los ojos y se plantean lo que están haciendo, y no entienden que puedan pegarle a una persona por manifestarse. No entienden por qué pueden jugar a ser dioses durante un rato y decidir que alguien se va a llevar un golpe.

Es bueno entonces para el poderoso que sus súbditos no piensen y que sólo obedezcan...

Claro. Pero también son víctimas. Evidentemente, la policía es necesaria en una sociedad. Y no estoy juzgando aquí que hagan mal su trabajo, ni mucho menos. Pero me interesaba explorar a esa persona que cree ciegamente en su trabajo y en lo que hace, y que al perder a su mujer se le tambalea todo lo que él creía. Rascar en esa coraza, en ese chaleco antibalas, me despertaba mucha ternura.

Ternura y ganas de darle un capón, porque vaya tío inconsciente su personaje...

Ésa es la manera que tiene Marc Crehuet de jugar con el texto, con el humor negro, y de hacer inteligente al espectador. Al que le dice que se puede reír de esto, que no pasa nada. Es un drama, pero nos podemos reír de cómo los personajes lo afrontan. Creo que ése es el acierto de El rey tuerto: al final la víctima, el que recibe la pelota de goma, es el espectador. Durante días, después de ver la película, se va a preguntar qué es lo que ha visto y qué le ha despertado por dentro.

Está viviendo un momento profesional espectacular participando en los grandes éxitos del cine español. ¿Se siente responsable del nuevo boom de nuestro cine?

Me encanta pensar que he contribuido de alguna manera a que tanta gente esté acudiendo a ver cine español. Creo que nuestro cine tiene un nivel increíble y ha sido capaz de salvar toda la crisis que hemos pasado. Y creo que la gente nos está agradeciendo que se siga intentando hacer grandes películas que no tiene nada que envidiar a nadie. Ha sido un orgullo estar en producciones tan taquilleras como Ocho apellidos catalanes o Palmeras en la nieve. Lo estoy viviendo con mucha felicidad, aunque yo voy, como dice el Cholo Simeone, partido a partido.

¿Y cómo es que ya empiecen a pararle por la calle?

Siempre es agradecido que la gente te pueda reconocer el trabajo. A mí me encanta que me paren y me digan que les ha gustado cómo lo hice en Palmeras en la nieve o en Mar de plástico. Si es por lo que ha gustado tu trabajo, es una maravilla. Tenemos ese privilegio de que alguien te reconozca el trabajo. No sé si a ti te van a parar por la calle para decirte que has hecho un pedazo de entrevista...

Ya le digo que no...

Claro. Es que eso es lo normal. Lo raro es lo que nos ocurre a nosotros.