Un suicidio colectivo relacionada con una secta marca el inicio de la nueva cinta de la directora y guionista navarra Helena Taberna, Acantilado, en la que Daniel Grao encarna a un hombre de posición acomodada que ve cómo su mundo se tambalea mientra inicia la búsqueda de su hermana, a la que no veía desde hacía años. Grao, que interpretó a Mario Conde para la televisión, acudía ayer por segunda vez al certamen malagueño, en el que ya estuvo con La mula, de Michael Radford.

¿Es la redención con su propio pasado el motor de su personaje?

Sí. Lo que habíamos trabajado con Helena [Taberna], más allá de lo que después ella haya decidido montar en la película, es que el personaje lleva consigo una sombra. Cuando recibe la llamada para acudir a Canarias, el viaje no sólo resulta geográfico sino emocional. Es una culpa que tiene hacia sí mismo y hacia su hermana que le va poniendo entre las cuerdas.

Un viaje que también le hace plantearse su propia vida, en apariencia estable y cómoda.

Es una estabilidad que no es real. Cuando llega parece que tiene toda su vida muy armada, pero el viaje emocional le zarandea toda esa solidez que parece tener al principio.

¿Las sectas son sólo eficaces en mentes débiles?

No creo que tenga nada que ver con las mentes, sino con los corazones o las necesidades emocionales. Una mente más brillante necesitará de un captador más brillante, pero al final lo que puede hacerte caer en una secta o en un comportamiento sectario es una carencia afectiva. Creo que tiene más que ver con los afectos que con la inteligencia.

¿Después de trabajar con Almodóvar es uno ya licenciado en cine español?

No, no, para nada [risas]. Creo que es el rodaje que más recuerdo como una ensoñación. Todo es tan diferente…, con esa infraestructura propia de El Deseo, cómo te cuidan, con quién estás… Es todo tan maravilloso que cuando pasa te preguntas si ha sido real.

Hay una leyenda urbana que dice que los rodajes con Almodóvar son una pesadilla.

Pues no, al menos el mío. Pero es verdad que me lo preguntan mucho. Mi experiencia, de principio a fin, ha sido maravillosa. Es verdad que es muy exigente, consigo mismo el primero, pero tiene mucho sentido del humor y he gozado mucho el rodaje. Y también he aprendido. No creo que te licencies, pero sí que creo que me ha aportado mucho. Hay cosas que he aprendido en ese rodaje que de aquí en adelante incorporaré a mi trabajo.

También viene de participar en Palmeras en la nieve, filme que le plantó cara Star Wars en la taquilla. ¿Cree que tenemos suficientes armas para competir con Hollywood?

Por supuesto que sí. Siempre se habla de la crisis del cine español como si fuese eterna. Pero realmente, la verdadera crisis, la más preocupante, la pasamos hace unos pocos años. Y creo que ha habido, sin lugar a dudas, un resurgir creativo, en cuanto a variedad de géneros, y también respecto a la calidad de las películas. Mi temor ahora se centra en las películas de término medio, que creo que son las que corren más peligro en estos momentos.

Cuando hizo de Mario Conde en televisión, el banquero le llamó para felicitarle. ¿Le ha devuelto ahora la llamada para darle ánimos en la cárcel?

No, no conservo su número [risas]. Es un personaje que me caló tan hondo que cuando lo oía nombrar en las noticias era como si me nombraran a mí. Fue un proyecto en el que me metí muy a fondo. Leí muchísimas entrevistas, vi muchas imágenes… Su llamada fue surrealista, porque me llamó como si fuera mi colega de toda la vida y yo no había hablado jamás con él.

¿Qué le parece que tengamos que repetir elecciones?

Qué pereza de clase política... Encima nos va a costar mucho dinero y no está el horno para bollos. Me parece lamentable. Es como de patio de colegio. El maestro Jodorowsky dice, y yo subscribo sus palabras, que no cree en la revolución política sino en la re-evolución poética. Creo que los colores dan igual si al final vamos a jugar al mismo juego y éste está podrido.