'El Acompañante' (Cine Albéniz, hoy a las 21.15; mañana, a las 19.45 y las 23.15 horas) es un intenso filme que nos muestra la realidad de los sanatorios cubanos en los que se encerraba a los cubanos con VIH. Un filme potente, con un trasfondo claro pero que no es, ni mucho menos, el típico filme de denuncia.

Era muy joven se conocieron los primeros casos de VIH en Cuba. ¿Con que información creció en lo referido a los sanatorios para los enfermos de sida de la isla?

La primera noticia relativa al Sida (no se hablaba de VIH) fue la muerte de Rock Hudson. Con esa muerte, conocí la enfermedad y al actor. Se usó mucho como medio de propaganda, como una enfermedad propia de sociedades ajenas a la nuestra, virtualmente pura. Se mantuvo bastante controlado el flujo informativo alrededor de su propagación en Cuba hasta que apareció publicada en primera plana del diario Granma sobre el aparente primer fallecimiento a consecuencia del virus: un escenógrafo. La nota, sutilmente, dejaba claro que el comportamiento sexual del sujeto era bastante liberal y que había visitado New York...

Y empezaron las leyendas urbanas, ha dicho en alguna ocasión.

Sí, cuando ya se supo del sanatorio Los Cocos, comenzaron a aparecer atemorizantes leyendas urbanas. La mas repetida era la de un taxista que violaba a una mujer y al terminar descubría que habitaba en Los Cocos. Recuerdo también que generaba tranquilidad que todos los contagiados estuvieran bien lejos de nosotros y se ignoraba completamente que el virus fue introducido en Cuba por miembros de las fuerzas armadas que cumplían misión en las guerras de África y no por los miembros de la comunidad homosexual masculina, como ocurrió en el resto del mundo.

En El acompañante podemos ver un cine cubano al que no estamos muy acostumbrados. Me atrevería a decir que tiene un aire hollywoodiense...

Ciertamente la narrativa clásica ha sido una apuesta constante en el cine de Hollywood, pero no es algo que les pertenezca soberanamente. A la vez, creo que unos de los recientes problemas de Hollywood están en el mal manejo de ese tipo de narrativa. Para que una película se pueda ver fácil, hay que someterse a un difícil proceso, le aseguro que mucho más intenso que llenándola de alegorías y alargando los planos más de la cuenta para llegar a 75 minutos. Usualmente los espectadores saben leer las dos mitades de la película. La primera la asocian bastante a esa voluntad agria y distante que habita en el cine latinoamericano y se parece a lo que Europa quiere ver del otro lado del Atlántico: apenas suena música, hay extensos silencios y entre todos los personajes parece haber una zona helada imposible de atravesar. La segunda es más dinámica, amable y comunicativa y, para colmo, hay peleas de boxeo. Por primera vez siento que hago el cine que me gusta como espectador, cine serio pero que no renuncia al entretenimiento.

¿El suyo es una reacción contra la tradición del cine cubano?

No hay una voluntad de patear el cine cubano hecho, porque lo respeto y hay obras de su ruta que quedaron clavadas en mí para siempre, pero decirte que el cine de mi país es un referente en el cual me deleito a nivel estético sería mentir. Sí advierto una tendencia revisionista en el cine actual cubano, una mirada a zonas de nuestra historia reciente, a sus almacenes. Ahí hay guardadas historias increíbles, dignas de ser desempolvadas. Ya algunos estudiosos comienzan a hablar de ello.

La apertura de Cuba, visita del Papa, las conversaciones con EEUU... ¿El cine cubano se está adaptando a los nuevos tiempos?

Hablar de apertura es un eufemismo; yo creo que estamos ante estrategias de supervivencia. Hay cosas que me entristecen: es duro que los que han bloqueado las filmaciones o exhibiciones de películas nacionales se abran de piernas a Vin Diesel de una manera tan pueril.

¿En qué sentido?

El gobierno cubano catalogó la visita de Obama como una agresión, así está expuesto. Su discurso fue advertido como peligroso, cuando el peligro real es que el Estado nos dé la espalda, no elabore una política de apoyo y fomento al cine nacional, no cree incentivos fiscales al desarrollo de nuestra actividad, no regule qué parte de los ingresos que entren con esas superproducciones de Hollywood, que representan lo peor de «sus enemigos», vayan destinados al cine cubano. Nuestro país, fue quizá el primero de América que estableció una política de desarrollo cinematográfico mientras muchos otros del área eran plazas baratas que ofertaban personal, bienes y servicios al cine de Hollywood; ahora es al revés: en breve seremos nosotros la república bananera del cine norteamericano. Y lo peor, es que está todo causado desde adentro. El «enemigo» paga, el gobierno le tira la alfombra roja y el pueblo aplaude. No hay una film commision, no hay leyes reguladoras... No pasa solo en el cine: el patrimonio musical cubano ha sido vendido por una bicoca a Sony y lo peor, creen que han hecho un buen negocio.

¿Con qué sensaciones le gustaría que los espectadores se levantaran de sus butacas?

Me gusta cuando van corriendo al baño, porque eso quiere decir que aguantaron con las manos agarradas a la butaca, que no pudieron separarse de ella... No creo que les cambie la vida, pero sí se verán recompensados a nivel humano. La película reivindica el valor de la amistad en un momento en que la soledad es quizá la mayor epidemia del mundo. Habla de la inclusión y la dignidad humana, justo cuando estos son valores, que, por ejemplo, los recientes flujos migratorios y la crisis generada por los refugiados, han puesto en evidencia.