El realizador argentino Mariano Nante estrena hoy en el Teatro Echegaray, a partir de las 19.30 horas, el delicioso documental 'La calle de los pianistas', que parte de la inusual concentración de pianistas en una calle de Bruselas. A partir de ahí, no sólo se retrata los enormes sacrificios para lograr la perfección sino, también, las relaciones en el seno de una singular familia.

Un conocido mío tiene una hija de 10 años que está estudiando seriamente piano. Le he recomendado que vaya a la proyección de tu película con su película. ¿He hecho bien? ¿Qué cree que pueden sacar de 'La calle de los pianistas'?

Es una muy buena pregunta, y una muy difícil. Por lo pronto, me encantaría saber qué opina una niña de 10 años sobre la película. Creo que lo que puede llevarse, sin dudas, es una mirada íntima a grandes músicos que aman lo que hacen, y darle un vistazo al proceso de elaboración de una pieza. Éste es un privilegio único que nos han brindado estos músicos al abrirnos sus puertas y permitirnos filmarlos durante el momento casi sagrado de la práctica. Y, por supuesto, también se llevarán mucha música.

En la historia del cine siempre se ha utilizado la figura del pianista (David Helfgott en 'Shine' o Glenn Gould en un magnífico documental sobre él) como la encarnación del obsesivo, paranoico y casi psicopático. Usted no obvia el carácter difícil de 'sus' pianistas, pero te empeñas en mostrarles como los seres humanos son. ¿Cree que faltaba eso, esa visión más cercana, comprensiva y empática de los virtuosos, de los que aspiran a la perfección?

La visión más empática o comprensiva de la película no fue premeditada, sino que es el resultado de haber conocido de manera cercana a estas personas que retratamos. Tuvimos la idea de hacer este documental antes de conocer a los protagonistas, con lo cual poco podíamos saber de antemano acerca del tono o el punto de vista. Una vez que entablé una relación con cada uno de ellos, resultó natural retratarlos de ese modo, es decir, de la misma manera en que los percibo en persona. Si la película parece empática, lo cual me alegra, es porque hubo empatía y afinidad entre ellos y yo.

Relacionado con la cuestión anterior: resulta fascinante comprobar cómo Natasha Binder realiza importantes sacrificios pero sin sufrir, sin dolor. Es una manera muy interesante y naturalista de quitarle el cliché de lo autodestructivo a la disciplina y la búsqueda de la perfección. ¿Le interesaba especialmente mostrar eso, esos momentos más tiernos, más emotivos?

Eso fue apareciendo a medida que filmaba y conocía a los pianistas. De hecho, cuando llegué a Bruselas para conocer a los pianistas, no sabía de ninguna manera que Karin y Natasha se convertirían en las protagonistas. Antes de conocer a Natasha, yo pensaba que practicaba largas horas todos los días, y que apenas tenía vida social. ¿Cómo lo haría de otro modo? Y la realidad es todo lo contrario: Natasha tiene muchísimos amigos, se preocupa por la escuela, tiene una vida social divertida y no practica tanto como hubiera imaginado. Me pareció importante que eso se percibiera en la película. Lo mismo sucede con el aprendizaje de los pianistas de la familia Tiempo: el método pedagógico de Lyl, la abuela de Natasha, es realmente extraordinario. Los miembros de esa familia crecen tocando el instrumento sin consciencia de que se están formando como pianistas. Por eso Sergio Tiempo dice en una escena que nunca tuvo que decidir convertirse en pianista, porque él ya 'era' pianista. Tuve la gran suerte de que los momentos más emotivos fueran apareciendo solos, y la película fue gravitando hacia ellos de manera natural: el desafío más grande siempre es que aparezcan emociones genuinas en la pantalla.

La música, cómo no, es fundamental en su documental. ¿Cómo convencería a alguien no excesivamente melómano de asistir a la proyección de 'La calle de los pianistas'?

Durante el proceso de producción, creí estar haciendo una película de nicho, es decir, una película sobre pianistas clásicos. Pero cuando estábamos haciendo el montaje, la conclusión fue otra: es una película sobre una madre, una hija, una familia y sobre la transmisión de la vocación. Tuvimos la enorme fortuna de estrenar la película en el Teatro Colón en Buenos Aires, uno de los teatros de ópera más importantes del mundo. Al final de la proyección, se me acercó una persona y me dijo: "Nunca había entendido cuál era el atractivo de la música clásica hasta ahora". Difícil que pueda olvidar semejante comentario.

¿Rodó con 'partitura' o sin ella? O sea, con un guión más o menos abierto o directamente sin guión.

Antes de viajar a Bruselas escribimos con Sandra de la Fuente un texto guía, que nunca mostramos a los pianistas. Nos sirvió para pensar algunos temas clave que queríamos trabajar en el proceso. Pero una vez comenzado el rodaje, olvidamos el texto por completo y la película tomó un rumbo inesperado, que tuvo a Natasha y a Karin, madre e hija, como centro emocional y narrativo.