No es su primer contacto con el cine -en 2013 logró junto a Juan Gómez Chicuelo el Goya a mejor canción original por No te puedo encontrar, de la película Blancanieves, de Pablo Berger-, pero sí la primera vez que se pone delante de la cámara. En el filme de Eduard Cortés, Cerca de tu casa, Sílvia Pérez Cruz se mete en la piel de Sonia, una joven que no puede pagar la hipoteca tras perder su trabajo. La artista catalana también firma cada una de las canciones de esta película musical en la que canta todo el reparto, con Lluís Homar, Adriana Ozores, Iván Massagué, Manuel Morón, Iván Benet y Oriol Vila.

¿Cómo se ha visto en su primera vez en la pantalla?

He visto muchas veces la película, hace ya muchos meses, mientras hacía las mezclas. Me parecía raro verme y escucharme tanto. Había mucha Sílvia, pero a nivel de actuación creo que se refleja lo que buscaba. Era muy consciente de mis limitaciones. Nunca había hecho nada antes y lo que quería era intentar conectar con la verdad y no apretarle. Y me gusta ver que estoy en ese sitio, que para mí es lo básico. Me gusta ver esa inocencia que respiro, de no saber dónde me han metido. He ido descubriendo, desde el primer día, y jugando con todo. Siento como si no supiera lo que ha pasado realmente.

¿Resulta tan diferente interpretar canciones que un personaje?

Es otro camino. Hay cosas que se comparten, por supuesto. La emoción, las palabras, saber escuchar, los silencios, el ritmo... Pero en la interpretación no hay música, que es lo que a mí me hace entrar en trance, en otro mundo, en otra dimensión. Cantando, además, no interpreto a nadie. Creo que los actores deben sentir algo parecido. Cuando canto, canto las penas y las alegrías de todos. Actuando, en cambio, tienes otro nombre y sólo usas palabras. Siempre andaba preguntándome qué realidad es la que se imita, cuál es la realidad convencional si es todo tan imperfecto. Luego me di cuenta de que no tenía que pensar mucho. Porque estaba intentando entender cosas que, como pasa con la música, no se puede explicar. Después todo vino como cantando. Por eso me gusta mucho cuando cantan los actores. Quizás no han cantado nunca, pero lo hacen con verdad, N¡no están impostando. Quien sabe más, canta un poquito más, y quien sabe menos, menos. Pero lo que te gusta es la verdad, no la forma. Y yo he intentado hacer eso: trabajar desde la verdad. Estoy segura de que una actriz haría una cosa increíble y jugaría más con el personaje. Pero yo lo he hecho como trabajo yo: si lo siento lo hago y si no, no. Me bloqueo mucho si no lo siento. Siempre necesito la música para conectar con algo, y aquí la encontré en el silencio que se crea antes de decir acción. Un silencio colectivo que es como una solemne comunión y que tiene mucha música. Y eso me hacía entrar en esa nueva dimensión tan maravillosa.

Las canciones, como la película, reflejan una realidad durísima. ¿Es la realidad su inspiración?

Por supuesto. Son situaciones reales y crudas que intentas plantearlas con verdad, con transparencia y con esperanza, que creo que es algo muy importante. Pero también hay cosas buenas, como la solidaridad que ha surgido para tirar barreras que parecían imposibles. Y la película también tenía una intención. A mí me inspiran tanto la crudeza como las maravillas de la vida. Hay un drama social, pero también es triste no saber amar o no disfrutar del invierno o la primavera. Mi intención en todo lo que hago es despertar a la gente a estar vivos, a reaccionar. Para querer, para quejarse, para ir a votar... Para lo que sea. Mi idea es la revolución emocional. Vivimos en un momento el que hay mucha fachada y mucha soledad. A veces no somos valientes de escucharnos.

¿Cree que el arte debe tener esa función de agitar conciencias?

Tiene la función que puedas defender, pero lo fundamental es la libertad. Para mí la música es mi salvación, lo que hace que entienda la vida. Con ella conecto conmigo misma y con mis valores. Y si alguien quiere usarla para explicar algo en concreto, como los problemas sociales, pues me parece bien. Pero no es obligatorio. Y si alguien lo hace porque toca, me parecería horrible.

¿Qué siente cuando constata que sus canciones se convierten en un vehículo que conecta a gente de tan distinto parecer?

Es algo muy emocionante, porque al final te das cuenta de que no somos tan distintos. Que diferentes tribus urbanas o diferentes clases sociales se emocionen con las mismas cosas es algo que me encanta. E igual pasa si vas a un país u otro. Ves que hay algo que nos une. Y eso me emociona mucho.

Hay muchas cosas que nos unen y también hay gente sin piedad, como el abogado que le roba a su personaje en la película...

A mí me cuesta ver esto en la vida. Siempre tiendo a ver lo bueno en la gente, pero claro que hay mucha basura también. Y gente sin piedad y muy egoísta. Yo tengo un poco de esperanza en ver que cuando haces algo con amor, la gente ve esta verdad. Y por eso creo que estamos conectados. Hay que tener esperanza y mirar las cosas desde esa posición. Teniendo esperanza en el ser humano.

¿No se deja arrastrar a los infiernos?

Prefiero tener esperanza. Hice el disco 11 de noviembre a partir de la muerte de mi padre, pero para mí fue un renacimiento. Cantamos canciones tristes para ser felices. Es una purga.