El Festival revoluciona la ciudad. Pareciera el título de una película que, sin embargo, para algunos de los establecimientos cercanos al Teatro Cervantes es una realidad que no convence.

El barullo de personas que se aglutina para ver desfilar a las estrellas por la alfombra roja no genera suficientes beneficios para restaurantes como Vino Mío que sí que ha visto un incremento del número de reservas con vistas a la moqueta: «No consumen, toman alguna copa y algo para picar pero, sinceramente, ganamos más un fin de semana cualquiera», confirman las camareras del establecimiento que sufren el caótico entusiasmo de los fanáticos del cine español durante los diez días que dura el Festival de Málaga.

Algunos comienzan a ocupar su sitio durante las primeras horas de la tarde. Cuando el sol aprieta sacan sus botellas de agua mientras los bares, restaurantes y establecimientos de comida rápida observan la escena sin ganar un solo céntimo. Les llaman «clientes de paso» y no tienen nada que ver con su clientela habitual. «El Festival genera mucho ambiente pero la gente no entra a los negocios, Sí es cierto que hemos hecho alguna comida para el Festival y algunos clientes vienen a probar nuestra Tapa de Cine», asegura Manuel del Pozo, de la taberna El Repique, al que el evento no le supone más beneficios que los que obtiene en su día a día y tras retomar la convivencia cofrade.

Gustos

Tal y como asegura el miembro del comité de selección de películas del Festival y reconocido crítico de cine, Fernando Méndez- Leite, en gustos no hay nada escrito y otros establecimientos se muestran encantados con la llegada de actores, directores y productores y rezan porque la marabunta de jóvenes y mayores que rodea a la cita anual con el séptimo arte ocurra todos los días.

«Las ventas aumentan casi el doble durante esta semana. Creo que la alfombra está bien organizada, las fans se aglutinan alrededor de la valla todos los días y los trabajadores de la organización del festival también vienen a diario», apostilló Salvatore Borelli, dueño de Tapeatro, mientras señalaba el nombre de su plato estrella: Parmigiana. El italiano lleva tres años viendo pasar frente a su puerta a las caras más conocidas de la gran pantalla y compartiendo espacio gustosamente con el resto de viandantes que se paran a mirar.

Alejandro Caro también se mostraba encantado tras la barra. El camarero de la Platea de Mitjana queda atrapado por la alfombra roja cada año y reconoce que cambia por completo su día a día desde que dan comienzo las casi dos semanas de cine. De ocho de la mañana a dos de la madrugada. Sin descanso. Son demasiados clientes los que buscan un sitio privilegiado junto a los medios de comunicación y no pueden permitirse perder consumiciones aunque «hay que luchar diariamente con las personas que se intentan colar en nuestra terraza sin consumir», asegura.

Cada tarde a partir de las 19.00 horas comienzan a llegar posibles clientes de paso. La plaza que hay frente al Teatro Cervantes se llena de gente y conforme llega invitado de la noche van desapareciendo paulatinamente. Llegan y se van. Pues eso, clientes de paso.

@MariPalma94