Yo creo que Isaki Lacuesta ha hecho una película de Gracia Querejeta y nos la ha colado. Sí, de ésas de conflictos en una familia o un grupo de amigos que terminan siendo poquita cosa más que un telefilme. Porque a mí no me vale que Lacuesta separe escenas con planos de montañas brumosas -muy sutil en una película sobre secretos y mentiras en una familia- o que se pase medio rodaje con la cámara en mano, si vas a hacer un final -la escena de la montaña, la resolución de todo- que si la incluye un director gringo le corremos a gorrazos hasta que termine realizando películas del mes para Lifetime con Melissa Gilbert. Esa conclusión es tan burda -el típico solucionar los problemas a hostias de directores como Vicente Aranda o Bigas Luna-, el desmadeje de la trama resulta tan torpe -sí, los personajes han de decir lo que pasó; sólo falta el flashback con frases en off para que nos quede claro, clarinete-, que entonces nos damos cuenta de que Lacuesta, en realidad, había querido hacer un thriller. Pero si es evidente que le falta thrill, 'La próxima piel' tampoco funciona como indagación en los disfraces y amnesias voluntarias que se asumen en el ámbito familiar, porque, sinceramente, poco hay que rascar en algo tan anémico y, sí, convencional.

Ojo, no tengo ningún problema en que un director supuestamente atrevido decida explorar géneros y formas un tanto más asequibles; básicamente, porque no creo que lo más asequible sea peor por definición. El problema es que no hay tantos casos de auteurs que triunfen en relatos más, digamos, normados; lo habitual es que los directores alabados por sus hechos diferenciales, cuando, por h o por b, terminan filmando cosas que se atienen más a gustos mayoritarios, la crítica los termina ahorcando al amanecer. Fíjense, por ejemplo, en Atom Egoyan, que se paseaba los 90 por medio mundo entre aplausos y parabienes y que ha terminado haciendo thrillers correctitos -olvidables- masacrados por una crítica doblemente molesta: primero, por haber decidido hacer un cine convencional; segundo, porque la mediocridad de sus actuales cintas abre la puerta a la posibilidad de que, en su momento, nos pasáramos con las palmas con sus primeros títulos, los más atrevidos. Y ya se sabe que reconocer los errores no suele ser nuestro fuerte.

Isaki Lacuesta buscaba un lugar seguro al que recurrir después de los justificables zurriagazos que cosechó su anterior y desopilante Murieron por encima de sus posibilidades -no, al final quedará como título de culto y todo-. Lo encontró en una historia con supuesto gancho pero que también daba para intensidades dramáticas y supuestas reflexiones en torno a conceptos de ésos sobre los que nos gusta perorar para llegar a lugares comunes -identidad, familia, memoria et al-. Al final, el cartel de la película, que adjunto aquí por si mis palabras son torpes y atropelladas, es el mejor resumen crítico de 'La próxima piel': un chaval tan misterioso como malrollero apela directamente al espectador y una mujer, de lado, posa incauta, dulce, tapando medio cara al adolescente -dos caras, una oculta: muy sutil-; todo siguiendo las formas y maneras del más trillado cartelismo yanqui: por ejemplo, googleen el cartel de aquella cosa con la que Antonio Banderas dice que compró su libertad, Nunca hables con extraños y comparen.

Pero no me echen mucha cuenta: en el pase de prensa con público del mediodía 'La próxima piel' pareció gustarle a todo el mundo y ya es la gran candidata a las grandes biznagas.