Yo creo que en tres o cuatro años hay ya más pelis sobre desahucios que sobre la Guerra Civil. La cosa, que va camino de subgénero, está revelando el gran problema del cine español actual: su literalidad, el hecho de que es absolutamente incapaz de trascender los hechos de los que parte. Pongamos un ejemplo que todos podemos reconocer, 'El verdugo': lo fácil, lo perezoso habría sido un alegato contra la pena de muerte; molaría, ¿no? Cine útil, cine sobre derechos humanos, cine sobre la necesidad de progreso cívico... Pero no, Berlanga y Azcona superaron lo evidente y trabaron un relato sobre el lugar que ocupa el individuo en el sistema y sus posibilidad de resistir ante dulces y agrias presiones. Pues bien, 'Cerca de tu casa' es una película sobre los desahucios -en realidad, sobre la génesis de la PAH y - que quiere ser una llamada a la solidaridad humana. Y es literal y pueril, aunque tenga ese supuesto hecho diferencial de ser "el musical de los desahucios". Y escribo 'supuesto' porque no es un musical; es una película con canciones. Y ni siquiera como tal pasa el corte.

En los verdaderos musicales, por ejemplo, la acción sigue desarrollándose en los números cantados o bailados; es más, durante esas escenas suelen darse los momentos clave -cuando los protagonistas se miran a los ojos, bailando o cantando y se percatan de que están enamorándose-. Aquí, las canciones son completamente accesorias -aunque la música sea lo mejor del filme y la voz y el fraseo de Sílvia Pérez Cruz, un tesoro-, resultan simples acotaciones a los pensamientos y reacciones de los personajes, detienen la historia, como en aquellas añejas películas de Raphael o la ya canónica escena polifónica de 'Magnolia', en la que el casting canta 'Wise up'. Bien, hemos quedado que 'Cerca de tu casa' no funciona como musical, porque no lo es -y mira que se empeña, por ejemplo copiando sin reparos 'Bailar en la oscuridad', sí, la de Björk y Lars Von Trier, en la escena del metro-.

Vamos a lo siguiente: una película sobre los desahucios. Se agradece el intento de rascar algo más allá de la superficie y de buscar grises, pero el esquematismo de todo -un policía atormentado con corazón de oro, un banquero arrepentido, una limpiadora antiinmigrantes- impide lograr algo de humanidad. Porque, digo yo, en este tipo de cine no se trata de hablar de buenas personas o de personas camino de ser buenas, sino de la humanidad, con todo lo bueno y lo malo, a veces simultáneamente, que ello comporta. Lo demás, cháchara, actores que se ponen estupendos, con cara de superdignos y ojos hiperbrillantes que declaman frasazas para la emoción pero, finalmente, tan planas y poco creíbles como el discurso de un político.

Termina la película: típicos títulos de crédito sobre la creación de la PAH y derivados. Aplausos en el Teatro Cervantes durante los créditos. Esto ya lo viví el año pasado, con 'Techo y comida': ¿están aplaudiendo a la película o a lo que quiere decir la película? De eso se vale este tipo de cine español: al referirse unívocamente a asuntos de este tipo busca congraciarse con el espectador, en lugar de confrontarle con sus bondades y sus incomodidades. Y ya puede desgañitarse Sílvia Pérez Cruz...