Nathalie Poza, Lola Dueñas y Juan Diego han emocionado y convencido hoy en el Festival de Málaga con su trabajo en 'No sé decir adiós', ópera prima de Lino Escalera que aborda los códigos de comunicación en la familia y cómo la muerte lo trastoca todo.

La película, una de las favoritas del certamen hasta ahora, cuenta la historia de un padre y dos hermanas que se reencuentran ante la enfermedad terminal del primero y que no consiguen aceptar esa realidad. Pese a que la muerte está permanentemente al acecho, Escalera no renuncia al humor y a la ternura.

"Lo que más me interesaba era ver cómo funcionan los códigos de comunicación en la familia, arrojar luz sobre los complejos lazos afectivos que nos unen a padres, hijos y hermanos", ha señalado a Efe el director.

En su opinión, el tema de la muerte es el trasfondo y motor de la historia, que se centra en cómo esos personajes se relacionan entre sí, marcados por unos roles heredados desde la infancia.

"El personaje de Juan Diego es austero y parco emocional, algo muy característico de la generación de la posguerra, y eso define los roles y relaciones de las hijas", subraya Escalera.

Blanca (Lola Dueñas) es la mayor, la que tuvo que asumir el papel de colchón y pegamento de la familia ante la ausencia de la madre. Es sensible y muestra abiertamente su fragilidad, mientras que Carla (Nathalie Poza) es lo contrario, más parecida al padre en su aspereza emocional, silenciosa y encerrada en su caparazón.

"Es el viaje más catártico que he hecho profesionalmente", ha asegurado a Efe Poza, una actriz con una sólida trayectoria en cine, teatro y televisión, y que el año pasado trabajó con Pedro Almodóvar en "Julieta".

Poza ha confesado que al principio el papel le causaba algo de recelo, ya que su propio padre falleció recientemente. "Pero estoy contenta de haberme atrevido; a veces lo que más miedo te da, esos personajes que parece que te lo van a arrebatar todo, son los que más te aportan".

La película parte de una idea original del director, la imagen de un padre y una hija, ambos enfermos, uno física y la otra emocionalmente, y que se lanzan a una huida hacia adelante para tratar de esquivar la muerte.

"Soy el pequeño de cinco hermanos; mi padre tenía 51 años cuando nací, era más mayor que los padres de mis amigos y siempre tuve miedo a que se me fuera antes y a tener que pasar por ese trance. Creo que de ahí surge la película", explica el director, que estudió cine en Nueva York a finales de los 90.

De vuelta en España trabajó durante años en televisión y ha luchado a lo largo de ocho años para sacar adelante esta película, algo que finalmente ha conseguido con la producción de Lolita Films.

Cuenta Escalera que después de varios cortos más centrados en la puesta en escena, estaba buscando trabajar con un material "más vivo, con diálogos más frescos y personajes cercanos".

Eso le llevó a contactar con el guionista Pablo Remón, al que conocía por su trabajo en "Casual Day", experto en dotar a los diálogos de autenticidad y humor.

Una referencia clave en esta película es "Tormenta de hielo" (1997), de Ang Lee, el primer filme que Escalera vio en el cine al llegar a Estados Unidos. El dosier de presentación incluye una cita de ese filme: "La familia es el vacío desde donde emerges y el lugar donde regresas al morir".

"En mi familia somos un poco desordenados emocionalmente y parcos al transmitir emociones, quizá por eso esa idea de vacío me resonaba especialmente", ha asegurado el director. "Pero al final, la familia es el sitio al que siempre vuelves".