Siendo una niña, la directora Carla Simón perdió de forma prematura a su madre, y ahora ha llevado a la pantalla las sensaciones de los primeros momentos con su nueva familia adoptiva en 'Verano 1993', premiada como mejor ópera prima en la Berlinale y muy bien recibida en el Festival de Málaga.

"Para mí no ha sido una catarsis, sino más bien una reconexión con mi historia. Sientes que es algo muy personal, y tenía claro que quería contar la historia de una niña enfrentándose a la muerte por primera vez. Al ser algo tan personal es más difícil tomar decisiones, porque tienes una relación más cercana", ha afirmado la directora barcelonesa.

Ya antes de viajar a Londres en 2011 para estudiar cine, Simón escribió la historia de su madre, desde su juventud hasta que ella nació, pero "se quedó en un cajón", y estando en la capital británica hizo un cortometraje "sobre dos niños que se enfrentaban a la muerte por primera vez" y vio que era un tema que le "interesaba mucho".

La primera versión del guión surgió a partir de los recuerdos de su infancia y cosas que le había contado su familia, porque "cuando eres un niño y pasa algo así, la memoria hace cosas raras y hay un borrón y cuenta nueva".

"Yo tengo la historia más que superada, la he contado mil veces y ya es casi como un cuento que no me hubiera pasado a mí", ha confesado Simón.

Ha explicado que ella no supo que sus padres habían muerto de sida hasta que tuvo 12 años, por lo que "esa palabra no podía estar en la película si se hacía desde el punto de vista de la niña".

"Había que buscar otras formas de sugerirlo. Era importante retratar esa época, y fue algo muy fuerte de lo que murió mucha gente. Mi visión sobre eso es no juzgar a nadie, y no entiendo el tabú y el estigma, pero está y había que retratarlo", ha añadido la directora.

Además, intenta siempre "no ser explícita con las cosas, para que el espectador tenga que ir atando cabos y tenga una experiencia más interactiva con la película", porque considera importante "esa sutileza".

Los padres adoptivos son interpretados por David Verdaguer y Bruna Cusí, y los grandes descubrimientos del reparto son el "alter ego" de Carla Simón en la pantalla, Frida, encarnada por Laia Artigas, y Anna, su nueva hermana, interpretada por Paula Robles.

"Buscábamos niñas que se parecieran a los personajes que había escrito, que Frida no fuera de pueblo y que Anna fuera muy pequeña y transmitiera inocencia".

Al inicio del rodaje, sentía la preocupación propia de trabajar con las niñas, pero pronto comprobó que "si se planteaba como un juego, podían dar mucho".

Cuando vio la película terminada, Carla Simón comprobó que sí era realmente su propia historia la que estaba en la pantalla, y el paso por el Festival de Berlín confirmó sus buenas sensaciones.

"Cuando presentas la película y la gente empieza a opinar es un momento muy raro en el que la película deja de ser tuya", ha afirmado Simón, que ha añadido que con la lectura del guión "ya se emocionaba la gente", pero fue muy especial, al encenderse las luces tras la proyección en Berlín, "ver a la gente llorar".