La anomalía es muy cara de ver en el cine español, adocenado muchas veces por lo convencional, el retrato costumbrista y la búsqueda con más desesperación que inteligencia de la comercialidad. Quizás por eso yo sea particularmente suspicaz cuando me ponen delante una película precedida por comentarios tipo "no se ha hecho nada parecido en nuestro país" (suele ser mentira). Pues bien, 'Pieles', una película absolutamente enamorada de su diferencia (lo cual no es nada malo en una película sobre la diferencia), resulta un artefacto curioso, más inocente y casi pueril que provocador, al que le faltan varios enteros para entrar en la categoría que persigue sin resuello, la de 'rara avis'.

Contemplando el filme de Eduardo Casanova no podía dejar de pensar en 'Fotos', aquella, sí, anomalía del cine español de los 90, pieza exacerbada y radical, de una rara emotividad. Comparten ambas cintas el alma del culebrón desaforado y flipado, pero mientras Elio Quiroga encontraba momentos de éxtasis mariano en el lumpen, Casanova no se atreve a tanto (aunque, para los fácilmente ofendibles, la escatología campe a sus anchas) y se queda en la superficie. Y eso en una película sobre el difícil diálogo que todos, absolutamente todos, entablamos entre nuestro exterior y nuestro interior sí resulta un pecadillo.

Entiendo que en 'Pieles', un título sobre la estética, sea fundamental, pues eso, la estética, pero aquí termina ahogando un poco el alma del relato (porque esto, no muy en el fondo, es una película bonita): la preponderancia de los set pieces y el me enveneno de rosas general cumplen su función, desde luego, pero uno no puede dejar de pensar en que la completa dependencia del relato en estos factores denota la falta de confianza en sí mismo del realizador, debutante. Este joven tiene algo bueno, anómalo aquí, entre manos (que el último plano sea el beso negro más romántico de la historia del cine es valioso) pero todavía no lo ha encontrado. Que 'Pieles' quede en el recuerdo como el primer paso de su saludable búsqueda.